La figura de Porfirio Díaz marcó la vida nacional en el periodo entre 1877 y 1910. Adicionalmente, México logró integrarse a los circuitos internacionales, donde se movían capitales y la alta cultura. El porfiriato estuvo caracterizado por tres etapas: formación, consolidación y crisis, dominadas por los ritmos políticos.
La
primera etapa del porfiriato comenzó con la llegada al poder en 1877 y termina al
finalizar su segundo mandato en 1888, fueron momentos de definición, no quedaba
claro el rostro del sistema político por consolidarse. Los pactos políticos y
la represión resultaron una constante para sentar las bases del régimen. Fueron
tiempos de un crecimiento exponencial del sistema férreo nacional, el cual
comenzaba a agilizar la conexión entre las diferentes regiones.
De
1888 a 1900, es posible observar la segunda etapa del porfiriato, donde el
sistema político estaba dando resultados, frente el caos de las guerras civiles
y con el exterior que muchos recordaban. El proceso electoral había pasado a
ser un simple ritual de reafirmación del poder de Porfirio Díaz, algo similar
estaba pasando a nivel de los estados. El crecimiento de las ciudades resultaba
palpable, mientras las industrias comenzaban a instalarse en las mismas.
Finalmente
entre 1900 y 1910, la crisis comenzó a tomar forma. Los despojos de las tierras
resultaban visibles, un caso paradigmático era el del estado de Morelos donde
los comunidades indígenas habían perdido sus parcelas frente los hacendados
azucareros. El naciente proletariado sufrió explotación y represión. El
crecimiento económico tuvo un duro descalabro por la crisis 1908, que comenzó
en Estados Unidos y se expandió rápidamente. Sin olvidar, que los reclamos
democráticos comenzaban a tomar forma. Para algunos, los problemas no
resultaban visibles, las celebraciones por el centenario de la independencia
resultaron espectaculares, meses antes del estallido de la Revolución Mexicana.
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