Tras concluir la sacudida social
de la Revolución Mexicana, el país logró mantenerse cohesionado. Las
turbulencias de 1920, que dieron el acceso al poder a los sonorenses marcó el
comienzo del periodo de la posrevolución. En un sentido radical, la misma tuvo
su punto culminante en la expropiación petrolera de 1938 y, por su parte en
1940, la salida del poder del general Lázaro Cárdenas marcó el final.
Eran
tiempos nacionalistas, en lo político, económico, social y cultural podían ser
observadas expresiones de este tipo. En tal contexto, el muralismo expresó el
sentir del pueblo mexicano desde la particular visión de algunos de los mejores
pintores que a tenido estás tierras, era una importante forma de expresión, que
tenía reconocimiento internacional. Por su parte, el agrarismo resultaba
fundamental en el discurso de los políticos, algunos entregaron tierras para
evitar una confrontación social, otros lo hicieron con plena convicción de que
era un acto revolucionario y de justicia social.
A lado del
nacionalismo y del agrarismo, la posrevolución implementó el perfeccionamiento
del autoritarismo. En tal contexto, Lázaro Cárdenas logró consolidar la
institucionalización del poder a través del presidencialismo, alejándose de la
figura del caudillo, el cual ejercía su influencia desde el prestigio de la
misma persona. Se crearon diversos instrumentos de control corporativos, por
ejemplo, los obreros estuvieron dirigidos y sometidos por la Confederación de
Trabajadores de México (CTM), que también brindó beneficios a sus agremiados.
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