En la actualidad, algunos indígenas viven en zonas
urbanas o semiurbanas, en donde es difícil mantener su identidad. La mayoría subsiste
en comunidades aisladas parcial o totalmente del resto de la población, lo que
les permite preservar sus propios rasgos étnicos, lingüísticos y culturales.
Las comunidades indígenas o
pueblos parten de lazos sanguíneos, lo grande o pequeña que sea determina la
extensión de los vínculos familiares (Zolla, 2010: 21). El territorio ha sido
heredado de generación en generación desde tiempos ancestrales, en el mismo
localizamos al pueblo, las tierras de cultivo, los bosques, cerros y ojos de
agua, todos aportan a la auto-subsistencia, mientras más de estos elementos estén
bajo custodia de la comunidad, mayor será su identidad propia frente el
exterior. Al ser pocas sus necesidades materiales, mantienen el medio ambiente
en equilibrio en la mayoría de los casos.
El
aislamiento de algunas comunidades indígenas creó con el tiempo identidades
culturales propias de su desarrollo histórico. La diferenciación llega a un
nivel étnico, el cual puede generar rasgos únicos en la población. Por ejemplo,
los taraumaras o raramuris muestran
particularidades genéticas especiales, las cuales favorecen la forma de su
musculatura para recorrer largas distancias y son una ventaja en las carreras
modernas como el maratón y el ultramaratón.
Debajo de la estructura del
pueblo se encuentra el barrio. En él, los lazos familiares son un poco más
fuertes, aunque resulta complicado encontrar el ancestro común. Los mismos
muestran un interés compartido para mantener sus fiestas patronales y la tierra
de cultivo. En un nivel más bajo está el llamado calpulli entre los náhuatl, el cual es una entidad más estrecha,
aunque aún forma una familia extendida.
Pueden ir bajando por varios
niveles, según el tamaño del pueblo, los últimos dos son los familiares
directos y el núcleo familiar. El primero deriva de una familia vieja, donde ya
quedaron constituidos los padres, hijos, tíos, yernos, nueras, sobrinos,
abuelos y nietos. El segundo es la unidad básica, fundamental para comenzar la
construcción del arraigo cultural a la comunidad.
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