Los primeros desencuentros entre españoles y mexicas en Tenochtitlán

En noviembre de 1519, los españoles entraron a Tenochtitlán. La ciudad tuvo un ambiente festivo hasta el rugir de un cañón, lo cual fue una demostración de fuerza de un arma que solo tuvieron noticias los habitantes de la urbe hasta aquel momento. En cierta medida, los temores comenzaron a hacerse sentir por la incertidumbre generada en un instante. 

Por su parte, los españoles recorrieron la calzada entre los barrios rumbo el recinto sagrado de Tenochtitlán. Llegaron al Palacio de Axayácatl para hospedarse junto los indigenas totonacas y tlaxcaltecas que los acompañaron. En buena medida, lograron colocarse en un lugar privilegiado de la ciudad.   

A finales de 1519 y al considerar la mala primera impresión de los visitantes, la nobleza mexica comenzó a verlos como invasores. Sin embargo, debieron atenderlos por la orden del tlatoani, Moctezuma Xocoyoyzin (León-Portilla, 2013: 94). Llevaron todo lo necesario para un hospedaje cómodo. Tanto el pueblo común -macehualtin- como la nobleza -pipiltin- consideró un insulto la sumisión a los españoles, un sentimiento creciente al correr del tiempo. 

En su estancia, los españoles no desearon solo los bienes para sobrevivir, pensaron y preguntaron por el oro. Frente sus anfitriones, mostraron una conducta codiciosa. En el Teutalco encontraron objetos con el metal áureo, aunque llegaron a extraerlo de otros lugares en menores cantidades. Lo sorprendente para los mexicas, no disfrutaron su botín como lo usaron ellos principalmente en joyería, por el contrario, decidieron fundirlo y amasarlo en lingotes. 

Al poco tiempo de la llegada de los españoles a Tenochtitlán, el señor de Nautla como tributario de los mexicas atacó a los totonacas rebeldes y aliados de los españoles. En respuesta, la guarnición de la Villa Rica de la Veracruz decidió responder a través de las armas y fueron derrotados. El victorioso y leal fue llamado a la presencia de Moctezuma, quien permitió su ejecución a las ordenes de Hernán Cortés. En buena medida, el control territorial mexica comenzó a desmoronarse por la incapacidad del tlatoani de mostrar una posición de fuerza y de unidad. 

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