por Alef Pérez
Arnaldo Córdova (1937-2013) obtuvo el título de licenciado en Derecho por la Universidad Michoacana de San Nicolas de Hidalgo, la maestría en Filosofía del Derecho en Italia y el doctorado en Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM, de donde llegó a ser profesor e investigador. En su trayectoria intelectual, el marxismo tuvo una influencia fundamental desde la juventud, con el tiempo, utilizó sus planteamientos teóricos junto un fuerte respaldo documental histórico y logró alejarse de los dogmatismos.
En 1968, Córdova comenzó a preparar su estudio sobre la Revolución mexicana, esto desde el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM. Tuvo los tiempos y el apoyo para realizar la consulta de una amplia bibliografía y de fondos documentales. En cuanto trabajo colegiado, su obra individual estuvo enmarcada en el proyecto colectivo “Desarrollo, dependencia y movilidad social” (Córdova, 2003: 11).
Después de varias años de trabajo sistemático, en 1973, La ideología de la Revolución mexicana. La formación del nuevo régimen llegó a las librerías y terminó por consolidarse como un clásico (Matute, 2005: 60). En el estudio, las categorías utilizadas fueron pensadas para la realidad histórica con rigor teórico metodológico. En buena medida, logró comprender las relaciones de la cúspide del poder político con la sociedad.
En su visión, Córdova señaló la continuidad existente entre la República Restaurada y el momento desde el cual escribió, un periodo de poco más de cien años, el cual quedó marcado por el desarrollo del capitalismo en una sociedad dependiente, sin dejar de reconocer las particularidades de los diversos momentos. En el libro, el periodo entre 1895 y 1929 resultó el analizado.
En la visión de Córdova, los villistas y zapatistas fueron combatidos con ferocidad por su matiz anticapitalista. Por su parte, el régimen surgido de la Revolución logró consolidar un sistema autoritario, nacionalista y clientelar. Así, las demandas de los obreros y campesinos fueron escuchadas de forma parcial, esto garantizó la continuidad de la acumulación del capital al evitar riesgos de estallidos sociales.
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