El pensamiento histórico de José María Luis Mora

José María Luis Mora (1794-1850) nació en Chamacuero (hoy, Ciudad Comonfort), una localidad del actual estado de Guanajuato, en una familia acomodada. Realizó sus estudios en la ciudad de México, desde la cual observó el desenvolvimiento de los acontecimientos del movimiento insurgente. Al alcanzarse la independencia, adoptó una clara postura liberal en contra de las viejas corporaciones eclesiástica e indígena. En 1834, decidió autoexiliarse en Europa, desde ahí mantuvo constante preocupación por su país y en ocasiones tuvo puestos de representación, murió sin regresar a la nación que apoyo a forjar.  

Desde su postura de intelectual liberal, Mora escribió en diversos periódicos de la época como La Libertad y El Observador. Entre sus libros, Catecismo político de la federación mexicana (1831) mostró un claro posicionamiento político acorde a los postulados al grupo en el que milito y participo activamente. En sus primeros años en Europa, México y sus revoluciones (1836) comenzó a circular como una obra fundamental para entender la historia de la naciente nación. 

En el pensamiento de Mora, la civilización mesoamericana tuvo poco peso en los trabajos escritos. Llegó a plantear la capacidad de los indígenas de gobernarse a sí mismos durante el periodo prehispánico (Hale, 2009: 229), aunque eso sólo fue en aquel momento y nunca consideró la posibilidad de restablecer tal orden para el México independiente. 

Al considerar la encrucijada de la Conquista, Mora planteó el momento como algo fundamental en la historia universal y de México. Para el capitalismo europeo, las minas novohispanas resultaron importantes por incrementar la plata en circulación en Europa. A nivel local, la cultura occidental y los descendientes de los españoles, los criollos, comenzaron a ser algo cotidiano. Para él, la figura de Martín Cortés tuvo un papel fundamental para la identidad mexicana al ser el hijo del conquistador nacido en tierras americanas, que comenzó a dar un carácter propio e individual a la sociedad.  

En términos sociales, Mora consideró a México como una nación de ciudadanos (Staples, 1997: 253), en su visión histórica, eran los criollos que estuvieron libres de las ataduras corporativas. Así, la herencia eclesiástica y de las comunidades indígenas resultaron lastres del pasado para el progreso material desde su perspectiva. Es más, consideró la violencia desatada por Miguel Hidalgo en la independencia como un movimiento peligroso por su llamado a las masas y contrario al orden, que terminó por ser el punto de ruptura para la fundación del Estado-nación mexicano. 

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