Los nacionalismos internos de la URSS (1985-1991)

por Alef Pérez

En su origen, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) reconoció la existencia de múltiples grupos étnicos en su interior y a los más importantes les otorgó una identidad con marcos territoriales. En buena medida, durante varias décadas, el poder central del Partido Comunista evitó la fragmentación, sin olvidar el peso de una identidad común de los ciudadanos. 

Es de señalarse, la URSS mantuvo la presencia de movimientos nacionalistas principalmente en sus territorios occidentales. En especial, las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) mostraron ideas separatistas, esto por ser incorporadas de forma tardía tras la Segunda Guerra Mundial. En menor medida, Ucrania, Armenia y Georgia tuvieron conductas similares, aunque de menor intensidad (Ferro, 2000: 413). Sin embargo, aún a principio de los años ochenta, la independencia o mayor autonomía resultaron simples sueños anhelados por unos pocos.  

En cuanto a los lazos comunes de los ciudadanos de la URSS, las generaciones de la Revolución de Octubre y de la Gran Guerra Patria quedaron en el pasado, aquellos sacrificios sólo eran historia. Así, la identidad soviética y el proyecto común del socialista resultaron viejos ideales frente los desafíos de la fuerza latentes de los diversos nacionalismos.  

Desde la cúspide del poder soviético, en 1986, la glásnot permitió la libertad de la información, que acercó a la población a diversos problemas, uno era el de su identidad. Para 1987, la democratización creó la posibilidad de votar por los candidatos de su preferencia. En las repúblicas occidentales de la URSS, los candidatos nacionalistas comenzaron a ganar las elecciones. Por su parte, los controles centrales comenzaron a desmoronarse y dejó espacio a nuevas voces. 

Es de señalarse, los pequeños nacionalismos comenzaron a vociferar por su autonomía y algunos llegaron a hablar de independencia. Sin embargo, el peligro para la URSS llegó de otra parte, de la más grande e importante: la identidad rusa, que consideró innecesario continuar subsidiando a las repúblicas soviéticas de la periferia. En tal escenario, Boris Yeltsin conquistó el poder en Rusia y desconoció a la autoridad central soviética, esto llevó al desmoronamiento del sistema y a la disgregación del territorio.  

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