La democracia de Estados Unidos hasta mediados del siglo XIX

Tras la independencia, los Estados Unidos surgieron como una república, negaron el derecho de sangre como base electiva de los gobernantes o monarcas. Los viejos colonos pasaron a ser ciudadanos, al menos, los varones blancos con propiedades lograron convertirse en electores o tener la posibilidad de ser votados en toda la floreciente nación. 

En un nivel corporativo, los partidos políticos resultaron comunes y visibles entre los norteamericanos. En 1787, el Partido Federalista surgió desde la élite y postuló a los dos primeros presidentes George Washington y John Adams, tras lo cual tuvo un abrupto final (Pani, 2018: 87). Para 1801, el Partido Demócrata-Republicano logró colocar al tercer presidente y hasta el sexto, aunque después de eso también terminó por desmoronarse. Es de señalarse, las elecciones funcionaron para generar transiciones, evitaron la concentración excesiva del poder y la violencia generalizada. Sin embargo, los primeros partidos resultaron débiles y no lograron consolidarse en la oposición. 

En 1828, el Partido Demócrata impulsó a su candidato: Andrew Jackson, quien alcanzó la presidencia. Para 1834, el Partido Whig surgió como una nueva alternativa. Entre las dos instituciones lograron manejar un bipartidismo capaz de alternar en el poder, posteriormente desapareció el Whig y dejo su lugar al Republicano. 

En la primera mitad del siglo XIX y en especial en la presidencia de Jackson, la democracia norteamericana logró consolidarse como un sistema vigoroso y ejemplo tanto para europeos como para latinoamericanos. El radicalismo político resultó palpable en las instituciones y actitudes de los ciudadanos. En una carrera por captar población, los estados de la Unión comenzaron a eliminar restricciones al derecho al voto entre los hombres blancos. Al menos entre los étnicamente europeos, la boleta electoral desapareció las diferencias sociales. 

En buena medida, los hombres blancos lograron cimentar para ellos los derechos políticos de la naciente república, la misma fue vigorosa. Sin embargo, las mujeres quedaron apartadas y los indígenas resultaron completamente aislados del sistema. Por su parte, los negros consiguieron las primeras victorias, lograron votar en elecciones estatales, aunque parte de la población de origen europeo observó tales cambios con resentimiento. 

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