La Virgen de Guadalupe en la formación de la identidad mexicana del siglo XIX

por Alef Pérez

En la madrugada del 16 de septiembre de 1810, el cura Miguel Hidalgo llamó a la insurrección, mientras sujetó un estandarte de la Virgen de Guadalupe. Tal símbolo resultó una figura reconocible para cuanta persona llegó a sumarse a aquel movimiento. En buena medida, la piel morena ahí representada fue un símbolo de unidad religiosa y de identidad de las masas, que permeó en el nacionalismo.

En un México apenas en conformación, el emperador Agustín I de Iturbide decidió visitar la Basílica de Guadalupe, lo cual resultó un gesto simbólico a favor de lo religioso (Báez, 2001: 181). Es de señalarse, en aquel momento, la confrontación con la Iglesia católica resultó un panorama impensable para muchos de los políticos.

Al correr de las primeras décadas de vida independiente, la iglesia católica recibió diversos embates a su riqueza en especial contra la posesión de amplias tierras. Tal situación llegó a generar un cierto anticlericalismo entre algunos liberales. Sin embargo, la religiosidad del pueblo mexicano mantuvo su lugar y llegó a insertarse en la identidad colectiva del nacionalismo. 

A pesar de las dificultades, los liberales reconocieron el vínculo de la Virgen de Guadalupe con buena parte de la población, que permeó en la conformación de la identidad nacional del mexicano. En 1833, Valentín Gómez Farías apoyó entronizar en el Congreso de la Unión a la misma figura religiosa. En medio de radicalismo de la Guerra de los Tres Años, Benito Juárez realizó un gesto en pro de los valores de los católicos del país al mantener la vigencia del culto mariano. 

En términos simbólicos, las comunidades indígenas reconocieron a la Virgen de Guadalupe como propia, lo cual comenzó a incorporarlos a las identidades de lo mexicano. Es de recordar, identificaron tal figura religiosa con la deidad Tonantzin, que resultó aún importante para algunos o era base de su culto mariano. Por lo tanto, el nacionalismo logró penetrar por medio de la religión en un sector reacio de reconocerlo por los medios laicos de las autoridades federales. Sin olvidar, la identidad del mestizo tuvo fuerza en esta misma dinámica y fue la relevante en aquel momento histórico.  



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