El cartismo

por Alef Pérez

En 1837, la Carta del Pueblo demandó una apertura política radical en Gran Bretaña, para incorporar a los obreros al sistema a través de la democracia y llevarlos al Parlamento. Tras lo cual, el cartismo comenzó a ser localizado como un movimiento del proletariado, que superó por mucho al documento base en sus clamores populares. 

En buena medida, el cartismo tuvo su altavoz en el discurso incendiario de sus dirigentes, aunque fue una pequeña parte para entenderlo. Las masas obreras eran su esencia, las cuales mostraron su fuerza en todas las zonas urbanas de Gran Bretaña (Stedman, 1989: 86). En tal situación, los proletarios comenzaron a reconocerse como parte de un mismo grupo, el cual articuló su capacidad combativa a través de la solidaridad entre los individuos y la comunidad. Una clase social capaz de desafiar a los dueños de los medios de producción, la burguesía, y a su sistema gobernante. En general, no era sólo un movimiento político, formó un fenómeno social desafiante. 

Entre los intelectuales, Friedrich Engels volteó a ver con interés el cartismo y a los obreros como la base y fuerza de éste, comprendió su complicada situación de subsistencia y potencial transformador. Tras lo cual, Karl Marx llegó a tener interés por el mismo fenómeno y comenzó a verlo como la pieza clave de una futura revolución socialista para llegar a un nuevo modo de producción sin la propiedad privada, a final de cuentas, ellos eran la fuerza de trabajo capaz de mover a toda la industria y el opuesto a lo burguesía en la lucha de clases. 

En 1838, 1842 y 1848, el cartismo protagonizó fuertes movilizaciones generales en toda Gran Bretaña, estremeció al mismo sistema político y la burguesía temió por sus propiedades. En respuesta, el régimen sofocó las movilizaciones con dureza. En su última coyuntura, Europa continental vivió la Primavera de los Pueblos un acontecimiento de revolución casi espontanea, que no logró conectar con los obreros británicos, la distancia geográfica y su composición social insipiente en otras regiones volvió imposible el dialogo. 

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