por Alef Pérez
En 1492, momento de encuentro de dos mundos, la esclavitud de la población del África negra o subsahariana era visible en el África mediterránea y en Portugal. Aunque no tuvo en papel preponderante en el sistema económico, más bien funcionó para el trabajo doméstico. Al correr de los años, América sintió la llegada masiva de los desarraigados para trabajar de forma forzada, que llegaron a dominar con su presencia algunos sectores.
En América, la mano de trabajo procedente del África subsahariana llegó primero al Caribe, en donde las enfermedades y la explotación terminaron con la población local, algo similar pasó en la costa de Brasil. En las zonas tropicales y de litorales, la presencia de la población negra terminó por hacerse notar al ser resistentes a aquellos climas. Sin olvidar, las regiones mineras utilizaron la capacidad física de aquellos hombres hasta prácticamente la muerte. En contraste, las regiones con fuerte población indígena como las zonas centrales del Perú y la Nueva Estaña, la mano de obra africana casi no arribó (Klein, 2013: 34), al ser suficiente los locales como fuerza de trabajo.
En el África subsahariana, las comunidades sufrieron una serie de guerras intestinas para conseguir esclavos y entregarlos a los comerciantes de ultramar. Con el tiempo, en el siglo XVII y XVIII, los mismos europeos crearon sus propios grupos expedicionarios para la búsqueda de poblaciones de agricultores que fueran fáciles de capturar y manejar durante su travesía a América. En diversas regiones, la sociedad resultó desgarrada por el arrebato de sus miembros, la zona rivereña al río Congo fue una de las más afectadas.
En particular, las plantaciones de azúcar caribeñas resultaron de un gran valor para Francia e Inglaterra (Ferro, 2005: 133). En buena medida, fueron posibles por la fuerza de trabajo esclava, la cual era reemplazada con nuevos hombres procedentes del África subsahariana de forma constante para no interrumpir el ciclo productivo.
En los diversos rincones de América, los esclavos tuvieron conductas rebeldes y en muchas ocasiones escaparon para fundar sus propias comunidades de hombres libres. Por su parte, las élites estuvieron constantemente temerosas de la venganza de esos grupos. En buena medida, la independencia de Haití fue el levantamiento de esclavos de mayor éxito.
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