Crisis de los misiles soviéticos en Cuba

por Alef Pérez

En 1959, Estados Unidos consideró al régimen revolucionario cubano como un desafío geopolítico. En 1961, decidió organizar a los exiliados de la isla en un desembarco militar, que terminó en el fracaso de Bahía de Cochinos. Por su parte, la Unión Soviética mostró interés en los acontecimientos y apoyó a quienes a unas cuantas millas náuticas de Miami desafiaron a su rival en la Guerra Fría. 

En su propio escenario, en 1959, la Unión Soviética observó con preocupación los misiles Júpiter norteamericanos instalados en Turquía, que contaron con capacidad para transportar una ojiva nuclear. Consideró al arsenal localizado en una nación con la que compartió frontera una amenaza a su propia existencia. El dirigente soviético, Nikita Kruschev decidió actuar para neutralizar los riesgos de destrucción a su nación. 

En 1962, los soviéticos comenzaron la instalación de misiles con capacidad nuclear en Cuba, los norteamericanos no tardaron en darse cuenta por medio de imágenes tomadas desde un avión espía U2 (Tusell, 2001, 276). Tras titubear sobre sus opciones, el 22 de octubre, Washington decidió poner en “cuarentena” a la isla, un tecnicismo para no usar el termino bloqueo naval, el presidente, John F. Kennedy, mostró su determinación de no claudicar frente a la amenaza.  

En medio de las tenciones de las superpotencias, Cuba terminó en una situación comprometida. Por su parte, el presidente y revolucionario de la isla, Fidel Castro, enarboló con fuerza un discurso antiimperialista, capaz de darle un sentido literario a la frase: patria o muerte, por la construcción de una sociedad socialista. Sin embargo, en caso de suceder, la destrucción de una guerra nuclear llegaría no sólo a una nación, se trató de estar al borde de un cataclismo planetario. 

Del lado norteamericano, Kennedy tuvo un discurso beligerante e incendiario, buscó el apoyo del público de su país, sin reparar en las posibles consecuencias. Por la parte soviética, Kruschev mostró preocupación por la falta de tacto de su adversario, decidió escribir una serie de cartas a su homólogo en Washington. Por parte de los Estados Unidos, obtuvo la promesa de no invadir Cuba y la retirada de los misiles de Turquía, mientras él realizo lo propio con sus instalaciones en la isla caribeña. Por medios políticos, la amenaza nuclear desapareció del escenario. 

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