La apertura de los mercados de la posesión de la tierra por el neoliberalismo

por Alef Pérez

En los ochenta del siglo XX, a pesar de las oleadas de privatizaciones y el comienzo de la apertura comercial, el sistema ejidal permaneció inmóvil, el cual no permitió la compraventa de las tierras. El neoliberalismo consideró la situación como aberrante y mostró incomprensión de la necesidad de proteger a los campesinos de los vaivenes del mercado. A principio de los noventa, el gobierno de Salinas de Gortari comenzó a analizar la forma de terminar con el ejido como se conoció hasta aquel momento. 

En el Congreso, la presentación de las modificaciones al artículo 27 constitucional en relación con la posesión de la tierra resultó un escándalo hasta para los mismos priístas de aquel momento, ya que se trató de romper con el agrarismo, uno de los principios más importantes del legado de la Revolución Mexicana, de la cual se consideraron herederos. Los panistas mostraron satisfacción, al ser la desaparición del ejido uno de sus objetivos. Un año se tardó el gobierno en lograr disciplinar al PRI, para 1991, la reforma resultó aprobada (Ávila, 2006: 165). En términos simbólicos y prácticos, el neoliberalismo alcanzó una de sus grandes metas al romper la base de la relación de las comunidades con sus zonas de cultivo. 

En 1992, la ley reglamentaria para las modificaciones al artículo 27 constitucional quedó aprobada. En el terreno internacional, los mercados agrícolas fueron ajustados al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que firmó dos años después. El escenario era complicado, al tener los productores canadienses y, especialmente, los norteamericanos importantes recursos otorgados por sus respectivos gobiernos, mientras que el campo mexicano fue parcialmente abandonado por las autoridades.

Es de considerarse, en caso de desearlo o bajo presión, los ejidatarios lograron vender sus tierras, aunque el proceso de cambio de posesión resultó lento y continua en la actualidad, por la resistencia de las comunidades. Sin embargo, la agroindustria buscó adquirir buenas zonas de cultivo de los ejidatarios, obtuvo una importante cantidad, no intentó obtener las malas tierras repartidas por gobiernos en los años sesenta y setenta. Hoy en día, es posible ver la reaparición de intereses agrícolas capitalistas como no se observó desde Porfiriato. 

Es de mencionarse, muchos de los productos de las nuevas agroindustrias se dirigen al exterior, al encontrarse mejores precios en el mercado internacional, sin considerar a las necesidades del mercado nacional. Los pequeños agricultores obtienen una mínima ganancia de sus productos, mientras los comerciantes se enriquecen.     

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