Los militares (1940-1982)

por Alef Pérez

Desde la independencia, los militares brillaron como protagonistas en la historia de México, aunque entre 1940 y 1982, estuvieron disminuidos en su peso político, tan sólo eran un apéndice de la presidencia. Al fin, la disciplina formó parte del ejército, cada mando comprendió que debió respetar a su superior, mientras el presidente era el jefe supremo en este sistema piramidal, nadie estuvo en condiciones de sublevarse. Ningún país en América Latina logró tal lealtad castrense en aquel momento, vivieron bajo el constante peligro de un golpe de Estado o se encontraron en una dictadura militar. Buena parte de la estabilidad política mexicana del periodo se debió a la lealtad de los cuerpos castrenses. 

En 1940, el sector militar desapareció del Partido Oficial, los soldados y, en especial, sus mandos sólo lograron participar como individuos o como parte del sector popular. En 1946, el último miembro del ejército en ocupar la silla presidencial, Ávila Camacho, dejó el puesto (Loaeza, 2010: 659), en 1966, lo mismo sucedió en la cúpula del Partidos Revolucionario Institucional (PRI). Esto mostró la retirada general a las barracas de una forma voluntaria, mientras los civiles pasaron a ser responsables del país, ya no se necesitó un uniforme castrense para llegar a las grandes ligas de la política, pasó a ser útil un título universitario.

En la práctica, los altos mandos militares abandonaron la política a cambio del enriquecimiento, buena parte, de los generales más problemáticos llenaron sus bolsillos por la vía de los contratos gubernamentales, que consiguieron por la corrupción. El caso más espectacular fue el de Juan Andreu Almazán, el candidato perdedor de las votaciones de 1940, quien optó por no apoyar la rebelión que se preparó para denunciar el fraude en la elección, porque era militar y cuidó sus intereses económicos, que logró acumular en los años que fue leal al régimen. 

La lealtad de ejército a la presidencia disminuyó la capacidad de cualquier otro sector político para llegar a consumar una rebelión. Detrás del presidente, los gobernadores eran quienes lograron controlar un mayor poder, tuvieron bajo su control buena parte de las autoridades locales. Sin embargo, el nombramiento de los jefes militares de las zonas de cada estado era y es facultad del presidente, lo cual resultó ser uno de los puntos básicos de la centralización del poder. 

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