El reparto de África: la Conferencia de Berlín

por Alef Pérez

En el decenio de 1870, Bélgica, Portugal y Francia lucharon por el control de la desembocadura y afluente del río Congo en África. Los movimientos de los europeos involucrados resultaron peligrosos tanto en las tierras en disputa como en el mismo Viejo Continente. La confrontación diplomática estuvo cerca de convertirse en un conflicto militar con resultados impredecibles.

En medio de las tenciones por el Congo, Alemania decidió actuar a través de su canciller, Otto von Bismarck. Sin olvidar, estuvo interesada en tener sus propias colonias para abastecer su inmensa industria de materias primas (Ceamanos, 2017: 47), alejado de la intervención de otra potencia imperialista. El tener un mercado cautivo resultó irrelevante por contar con una producción competitiva, aunque no desdeñó tal privilegio. En términos de nacionalismo, mostró la posibilidad de sumarse a los grandes imperios con posesiones ultramarinas como parte de su éxito. 

Para noviembre de 1884, Alemania contó con su propio imperio colonial y organizó la Conferencia de Berlín para analizar y decidir el reparto de África, las discusiones terminaron en febrero de 1885. Es de señalarse, el anfitrión tuvo un fuerte protagonismo junto Gran Bretaña y Francia. A la par de los Estados Unidos diversas naciones europeas participaron en las discusiones, aunque su papel casi resultó en el de observadores. Por su parte, las sociedades africanas no tuvieron representantes, a pasar de ser sus tierras el tema de discusión. 

En el discurso, los participantes de la Conferencia de Berlín justificaron el reparto de África en beneficio de sus propios habitantes, al llevar la civilización y el progreso a tierras consideradas primitivas. Tal postura imperialista resultó popular entre las élites y los pobres, estos últimos por ser beneficiados en las tierras coloniales por formar parte de la sociedad dominante (Hobsbawm, 2005: 80), esto puede ser considerada como la base del imperialismo colonialista del periodo. 

A grandes rasgos, la Conferencia de Berlín buscó resolver las cuestiones escabrosas entre las potencias imperialistas en África. Un punto relevante, la libre navegación en los grandes ríos del occidente africano, en especial el río Congo. A grandes rasgos, quedaron las fronteras entre los territorios ocupados, las posteriores ocupaciones en territorios sin presencia europea fueron pensadas en función de la capacidad expansionista de las potencias imperialistas y no en viejos supuestos coloniales. 

En particular, Leopoldo II de Bélgica reclamó para sí el derecho sobre lo que llamo el Estado Libre del Congo, no como una cuestión de su reino, por el contrario, era su propiedad privada. No alcanzó un territorio entre la costa del Atlántico y el Indico, aunque su extensión resultó significativa. En un primer instante, Alemania resultó fundamental para aceptar el estatus del territorio frente las otras potencias imperialistas. 

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