Los pueblos del imperio zarista en la Era del Imperialismo

por Alef Pérez

A lo largo de su historia, los dominios zaristas contaron con los rusos como su grupo étnico de mayor peso y extensión territorial. Sin embargo, por cada uno de los rincones del Imperio tuvieron grupos de distinta identidad, lo cual resultó problemático para mantener la unidad del territorio. 

Entre finales del siglo XIX y principios del XX, Rusia alcanzó su máximo punto de extensión territorial, junto una enorme diversidad étnica y lingüística. San Petersburgo funcionó como capital, aunque Moscú resultó relevante en el terreno administrativo desde entonces. Las dos ciudades articularon todas las regiones bajo el mandato de los zares, con administradores rusos o de otros pueblos siempre y cuando fueran personas adoctrinadas o rusificadas en la lengua y costumbres.

Para dar unidad, Rusia utilizó la idea de paneslavismo, la integración de todos los grupos eslavos, entre los cuales la rusa era una (Hellmann, 1979: 230). Así, al menos en teoría, el imperio de los zares estuvo constituido por una sola nacionalidad y no uno multinacional como el de Austro-Hungría, las autoridades del régimen promovieron esa idea con fuerza. En realidad, ni siquiera tal ampliación resultó suficiente para integrar a todas las comunidades, entre las cuales destacaron los polacos por su peso demográfico. 

A semejanza del paneslavismo como sistema de unidad, Rusia llegó a considerarse una nación ortodoxa en lo religioso, noción en la cual encajaron los rusos y algunos otros pueblos. Sin embargo, los cultos en el territorio resultaron plurales, las recientes conquistas en Asia Central llevaron fuertes contingentes de musulmanes leales a los zares, mientras los judíos eran un grupo disperso por diversas regiones del Imperio. 

En términos étnicos, los más próximos al grupo de los rusos eran los ucranianos (los pequeños rusos) y los bielorrusos (los rusos blancos). En la propaganda zarista, tales sociedades integraron lo denominado panruso, que en teoría era un solo pueblo con una historia, presente y futuro compartido (Matos, 2017: 162). Los dos grupos ocuparon espacios más o menos delimitados en el lado occidental del imperio.  

Como se muestra en los párrafos anteriores, los zares intentaron construir un imperio ruso coherente étnica y lingüísticamente, aunque algunas nacionalidades llegaron a obtener mayores derechos. Tal es el caso de los finlandeses, quienes alcanzaron el sufragio universal entre hombres y mujeres para votar por sus autoridades locales.   

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