La independencia conservadora de México (1821)

por Alef Pérez

En la Nueva España pasaron diez años de guerra por la independencia, los ejércitos y guerrillas insurgentes devastaron amplias zonas productivas, aunque mucho de lo que no tocaron fue destrozado por los ejércitos realistas. Buena parte de los daños surgieron del odio, varios dirigentes buscaron inutilizar todo lo productivo para que el contrario no lo utilizara. Los caminos se volvieron complicados, por falta de mantenimiento y la inseguridad, muchos aprovecharon la situación para asaltar. A pesar de los problemas, un espíritu general de restablecer la normalidad existió, esto se observó muy bien en obras arquitectónicas de gran esplendor principalmente eclesiásticas de estilo neoclásico. Las ciudades de México, Puebla y Guadalajara crearon nuevos y majestuosos palacios.

Los intentos de volver a la normalidad novohispana llegaron a su fin con la Revolución liberal española de 1820. Frente a tal acontecimiento, el clero, los grandes comerciantes y la burocracia perdieron sus privilegios. De un instante a otro, los más poderosos congeniaron con los criollos letrados que nunca dejaron de pensar en romper los lazos con España. Agustín de Iturbide, hábil militar realista, observó la oportunidad de encabezar la independencia y, en febrero de 1921, lanzó el Plan de Iguala o de las Tres Garantías (religión, unión e independencia). Toda la oligarquía criolla sumó voluntades al Plan, el alto clero apoyó moralmente, los oficiales criollos con sus tropas respaldaron sin dudar. Los viejos insurgentes como Vicente Guerrero decidieron sumarse.

La gran mayoría de las más importantes ciudades cayeron fácilmente en manos de los independentistas. Las fuerzas expedicionarias españolas estuvieron atrincheradas en la ciudad de México, donde se fortificaron para resistir, también optaron por destituir al virrey Apodaca por considerar su incapacidad frente los acontecimientos. Las cortes españolas nombraron al liberal Juan de O’Donojú como virrey de la Nueva España. Éste al llegar a Veracruz y verse sitiado por las fuerzas iturbidistas comprendió la situación: “Nosotros mismos hemos experimentado lo que sabe hacer un pueblo cuando quiere ser libre” (Ver: Vázquez, 2004: 148), en referencia a la resistencia en contra de invasión napoleónica a la Península Ibérica.

En Córdoba, Iturbide y O’Donojú encontraron el lugar para dialogar, firmaron una serie de tratados, éste último reconoció la independencia de la Nueva España del reino constitucional español y quedaron intactos los derechos de la corona. También O’Odonojú medió con las tropas realistas que se encontraban en la ciudad de México para su retirada. Los tratados de Córdoba fueron desconocidos por las cortes españolas, que no lograron hacer más. Mientras el 27 de septiembre de 1921, el ejército trigarante entró triunfante a la ciudad de México y fue la fecha de la consumación de la independencia.

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