El 2º Imperio logra conquistar el territorio mexicano

por Alef Pérez

Al terminar la Guerra de los Tres Años, la situación financiera de las arcas mexicanas resultó precaria. En tales condiciones, el gobierno de Benito Juárez decidió suspender el pago de la deuda externa (Marichal, 1988: 80). En 1862, la intervención tripartita de Francia, España y Gran Bretaña estuvo a las puertas de Veracruz para reclamar los pagos. El momento resultó idóneo, Estados Unidos no pudo bloquear las ambiciones europeas por estar sumido en su Guerra de Secesión.

Sin presentarse hostilidades, en un gesto de buena voluntad, el gobierno mexicano permitió el desembarco de tropas de la intervención tripartita para disminuir los efectos de las enfermedades tropicales. Esto favoreció la negociación, tras la cual los españoles y británicos decidieron retirarse. Por su parte, los franceses llevaron más tropas y comenzaron su marcha rumbo el centro del país, Puebla estuvo en su camino y el 5 de mayo de 1862 libraron su primera batalla importante y la perdieron. Por su parte, el ejército mexicano logró una victoria significativa, el general Ignacio Zaragoza, quien encabezó la defensa, era el hombre del momento, sin embargó murió de tifo. Al siguiente año, con refuerzos, los invasores tomaron Puebla. 

Juárez abandonó la Ciudad de México, los franceses llegaron a la misma en junio de 1863. A través de una asamblea de notables proclamaron el Segundo Imperio Mexicano y para ocupar el trono fue propuesto Maximiliano de Habsburgo. Poco a poco, las ciudades importantes cayeron en manos de los invasores, quienes sufrieron el acoso de guerrillas liberales y el descontento de la población. 

Con pocas posibilidades de llegar a dirigir el imperio austrohúngaro, Maximiliano aceptó gustoso el ofrecimiento del trono de México el 10 de abril de 1864 y el Segundo Imperio Mexicano obtuvo a su dirigente de la realeza europea. Por sus políticas, algunos liberales moderados encontraron cobijo en el régimen, mientras los conservadores comenzaron a dudar de él y le retiraron su apoyo. Estuvo respaldado por la presencia del ejército francés, desplegado en diversas regiones (Díaz, 2000: 625), sin olvidar al puñado de voluntarios austrohúngaros, la guardia belga de la emperatriz y las tropas mexicanas leales a los invasores. 

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