El camino a Pearl Harbor y la unificación de los conflictos que dan origen a Segunda Guerra Mundial

por Alef Pérez

En 1931, Japón comenzó sus ampliaciones territoriales al invadir Machuria, buscó consolidar su propio imperio a partir de regiones circundantes ricas en materias primas. Por su debilidad tras la Primera Guerra Mundial, las potencias europeas no lograron intervenir, la única amenaza real en la región al expansionismo nipón eran los Estados Unidos, aunque por casi una década estuvieron a la expectativa. 

En 1940, Japón anunció la creación de la Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental, la cual dio orden a sus anexiones territoriales y a sus estados títeres. Para proteger su espacio de influencia, el imperio nipón decidió firmar el Pacto Tripartita o del Eje con Alemania e Italia, quienes tuvieron conductas expansionistas similares en regiones donde no chocaron con sus intereses. 

En cierto momento, Japón decidió afrontar su complicada posición geopolítica y comenzó a plantearse una guerra preventiva al ser inevitable la confrontación con los Estados Unidos. Así, en diciembre de 1941, Pearl Harbor resultó una derrota simbólica para los norteamericanos, que les permitió desatar todo su poderío militar (Hobsbawm, 2004: 48), el cual estuvo respaldado por una maquinaria industrial formidable en su propio territorio. 

En el escenario europeo, Alemania alcanzó a consolidar la ocupación o control de la mayor parte continental de Europa, mientras comenzó su expedición a los territorios de la Unión Soviética, la cual resultó temible por su enorme potencial militar. Sin medir las consecuencias, los nazis, en especial Hitler, decidieron responder a la declaración de guerra norteamericana a Japón, al respaldar a su aliado del Eje. Así, el conflicto tomó dimensiones globales.  

Frente los dos campos de combate, Estados Unidos dirigió su mayor fuerza a la liberación de Europa, consideró a Alemania un enemigo más peligroso que Japón en aquel momento para sus intereses a nivel internacional, tal decisión necesitó trabajo político en el interior para ser estratégicos y no sólo vengativos (Ferro, 2003: 49). En consecuencia, los nazis enfrentaron un escenario salido de sus peores pesadillas, lucharon contra los soviéticos en un frente y en el otro con los norteamericanos, al menos los estrategas sensatos comprendieron la imposibilidad del Tercer Reich de alzarse con la victoria en tal escenario. 

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