Crisis económica de 1873 y sus consecuencias. La llamada “gran depresión” en minúsculas

En el tercer cuarto del siglo XIX, las potencias occidentales disfrutaron de un crecimiento económico significativo, otras regiones lograron beneficiarse de tal situación. No obstante, comenzaron a surgir una serie de desequilibrios por préstamos a naciones con poca capacidad para cubrir sus compromisos (Dobb, 1999: 359), sin olvidar, el descontrol del crecimiento ferroviario resultó especialmente problemático en los Estados Unidos, por la existencia de empresas infladas por la especulación y sin un servicio rentable. 

Tras la bonanza, en 1873, la caída bursátil de Viena y una quiebra bancaria en Filadelfia dieron comienzo a una crisis económica internacional. Los dos epicentros del colapso generaron ondas, que llegaron primero a sus zonas circundantes en Europa Central y Estados Unidos. Al poco tiempo, los mercados financieros más importantes, Londres y París, sufrieron las consecuencias y funcionaron como amplificadores para dar a los problemas un carácter global.

Por su fragilidad, el sistema de créditos contrajo sus transacciones drásticamente. En consecuencia, las naciones deudoras fueron un foco de preocupación, el cual resultó un problema alarmante con la moratoria de naciones como Perú y el imperio turco-otomano (Marichal, 2010: 45). Para 1876, 12 gobiernos de América Latina y Oriente Medio declararon su incapacidad para continuar pagando. 

En Estados Unidos, la bancarrota de las empresas ferroviarias tuvo su origen en la voracidad del crecimiento del valor de las acciones de éstas y los bajos resultados reales, que demostró lo problemático de la especulación bursátil sin controles. En poco tiempo, el desempleo comenzó a visibilizarse por las calles de las principales ciudades, sin un apoyo gubernamental para mejorar la situación. 

Tras 1873 y el correr de los años, los observadores de aquel momento percibieron la continuidad cronológica de la crisis internacional, que llamaron “gran depresión”, aunque a la postre decidieron dejarle entrecomillado y en minúsculas el nombre para contrastar con el trauma económico de los años treinta del siglo XX: la Gran Depresión. En un periodo de poco más de medio siglo, los dos derrumbes mencionados marcaron los límites cronológicos de un periodo de turbulencias profundas y difíciles de superar conocidas como la parte recesiva de la “onda larga” Kondrátiev. 

Entre 1873 y 1896, la “gran depresión” causó estragos significativos, aunque no para todos. Entre los problemas, los precios, el interés crediticio y los beneficios empresariales sufrieron drásticas caídas (Hobsbawm, 2005: 42).  En la otra cara de la moneda, la producción continuó en crecimiento, los obreros mejoraron sus condiciones laborales al tener mercancías a precios más accesibles. 

Comentarios