por Alef Pérez
Tras 1917, los bolcheviques confiaron en una revolución global para la supervivencia de su régimen en un nuevo contexto internacional socialista, lo cual, no sucedió. No obstante, debieron edificar sobre el territorio del antiguo imperio zarista, que era un sexto de la superficie terrestre del planeta, 22,402,200 km. Sin olvidar, la mayor parte tuvo una baja densidad poblacional y su región occidental concentró a los habitantes. A pesar de ser mayoría los rusos, la diversidad étnica resultó significativa.
En el diseño, Lenin planteó la construcción de una federación de naciones, buscó respetar las identidades étnicas, lingüísticas e históricas más relevantes del imperio zarista, en un nuevo escenario de hermandad y colaboración. En 1922, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) nació con cuatro integrantes, aunque poco a poco cambió la división territorial. Surgió como Estado-nación heredero de la Revolución de Octubre, esto la convirtió en el modelo de organización de todos los aspectos humanos de aquellos revolucionarios con aspiraciones socialistas.
En la práctica, el planteamiento federalista de Lenin comenzó a eclipsarse por las inercias autoritarias y centralistas encarnadas en la figura de Stalin (Lewin, 2006: 47). En buena medida, la confrontación de ideas revolucionarias para generar soluciones perdió relevancia en el aparato gubernamental y en la comunicación entre los territorios, en cambio, la orden vertical resultó más fácil de ejecutar para complacer a quienes marcaron el camino a las diversas repúblicas soviéticas desde Moscú.
En los documentos, las autoridades centrales de la URSS debieron controlar sólo las relaciones exteriores y al ejército. En la práctica, las repúblicas recibieron instrucciones de como manejar la economía y la sociedad, el aparato político resultó implantado desde Moscú y era parte del Partido Comunista Soviético cada uno de sus pares en las repúblicas, sin independencia para decidir según los intereses de sus comunidades.
A pesar de las diferencias doctrinarias, los grupos religiosos buscaron impulsar el desarrollo de las repúblicas de la URSS, pensaron poder conservar unida a la Gran Rusia, con la cual estuvieron identificados (Ferro, 2003: 75). Por ejemplo, grupos musulmanes en Asia Central impulsaron la organización de la región según el sistema de división territorial. Al correr del tiempo, la mayoría de los ciudadanos consideraron la identidad de su república dentro de la Unión como propia, aunque tuvo un peso significativo el orgullo de ser soviético.
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