Los gobernadores (1940-1982)

Entre 1940 y 1982, los gobernadores estatales estaban en la cima del sistema político, esto les daba una enorme cercanía al presidente. Todos postulaban al cargo por el Partido Oficial (el Revolucionario Institucional), resultaba una posición muy importante para permitir que alguien de la oposición llegara. En su entidad, manejaban un poder relevante en su territorio y resultaba extraordinario el enfrentamiento con las autoridades centrales, por ser desde ahí donde se tomaba las decisiones más importantes. 

En algunas ocasiones, los gobernadores fueron retirados de sus cargos fácilmente, el presidente de la república en turno aplicó esta medida cuando algún gobernador dejó de ser útil. En primer lugar, se le pedía una renuncia voluntaria, era un método simple sin complicaciones. En segundo lugar, la desaparición de poderes, la cual podía incluir al congreso local, resultó difícil llegar a esta situación, aunque se presentó. En tercer lugar, sólo esporádicamente, el presidente usó a la guarnición de la zona militar local para defenestrar.

En particular, los gobernadores temieron ser depuestos y, por lo tanto, fueron controlados por la simple idea del uso de tal recurso en su contra por parte de la presidencia de la república. Los comandantes de las zonas militares de cada estado funcionaron como garantía de los intereses del presidente, su lealtad era incondicional, la institucionalización del ejército pudo ser considerada como incuestionable. Otros funcionarios menores como los enviados de la Secretaría de Gobernación o los diputados y senadores de cada estado funcionaron como parte de la vigilancia a los gobiernos de las diferentes entidades federativas. El Distrito Federal ni siquiera tuvo proceso electoral para el cargo de jefe de gobierno, el cual estaba seleccionado por la presidencia y era un incondicional.    

A pesar de todos los controles que llegó a tener cada presidente en turno, los gobernadores funcionaron como un contrapeso, al comenzar su período cada presidente contó con puros gobernadores nombrados por su antecesor. En esta lógica, cada encargado del ejecutivo federal logró más y más poder en los estados, mientras se realizaron elecciones o eran puestos a un lado gobernadores, ya que los nuevos pasaron a ser cercanos. La situación se puede ejemplificar con Ruiz Cortines, quien terminó su primer año con 22 gobernadores leales a Alemán Valdez y sólo 7 a él, al finalizar el sexenio sólo quedaba uno del antecesor y 28 incondicionales (González, 1972: 39-40).

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