El ludismo

Durante el último cuarto del siglo XVIII y principios del XIX en Gran Bretaña, los trabajadores manuales crecieron en número por la necesidad de fuerza de trabajo de la industria, comenzaron a reconocerse como parte de un mismo grupo social: la clase obrera. De forma recurrente, mostraron indignación por sus propias condiciones, utilizaron sus pocos medios para la acción, por ejemplo, la destrucción de máquinas. 

Entre la historia y el mito, en el último cuarto del siglo XVIII, Ned Ludd destruyó telares en señal de protesta, tal acto comenzó a ser considerada un símbolo de inspiración para la rebeldía obrera y ejemplo de la acción directa durante la protesta para quienes comenzaron a formar su propia conciencia de clase o, para la mayoría, una forma de actuar por desesperación de no tener otro camino de lucha. Así, el dañar la maquinaria comenzó a tomar la definición de protesta ludista.  

En su concepción, el ludismo no contempló dañar las máquinas como propósito de su protesta, sólo llegó de forma extraordinaria a contemplarlas como instrumentos capaces de arrebatarles su fuente de ingreso. Más bien, presionó al burgués al ver éste amenazada su propiedad. En la mayoría de los casos, la destrucción comenzó de forma coyuntural por cambios bruscos en las condiciones del trabajo (Hobsbawm, 1979: 21) y no se mantuvo  por tiempos prolongados tal acción.

En buena medida, los ludistas actuaron a través de la solidaridad mutua de los obreros, no estuvieron dispuestos a sufrir más por la miseria de sus malas condiciones laborales y ver a sus compañeros desfallecer. Sin opciones, sólo la destrucción garantizó el ser escuchados en un momento donde la huelga era ilegal, al igual que la organización sindical. En más de una ocasión, los burgueses debieron ceder un poco para mantener funcional su propiedad. 

En acción, el ludismo provocó miedo entre los burgueses y, por contagio, a los gobernantes. Así, la destrucción de maquinaria debió ser detenida de inmediato y de forma contundente. Por ejemplo, en 1811, al menos 12 mil hombres armados fueron movilizados para cortar en seco las afectaciones a los medios de producción y evitar nuevos acontecimientos, lo cual no se logró, al menos durante las siguientes dos décadas existieron movimientos significativos de este tipo.

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