Rasgos biográficos e intelectuales de Montesquieu

por Alef Pérez

Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y baròn de Montesquieu, más conocido sólo como Montesquieu. Nació en 1689, en el castillo de la Brede cerca de Burdeos, su familia pertenecía a la nobleza. Estudió derecho primero en Burdeos y después en París. Regresó a trabajar a Burdeos, en donde decide casarse y obtener una importante dote. Adicionalmente, a la muerte de su tío, heredó una fortuna. Para 1721, su texto de Cartas persas le otorgó un importante reconocimiento público. El oficio de escribir lo atrapa, mientras se aburre en la burocracia, así decide vender su cargo y viajar por Europa para aprender de las diversas sociedades. Al final de su vida, se ve disminuido de la vista, hasta perderla, murió en París en 1755. 

En particular, Montesquieu centró sus intereses intelectuales en el ámbito político y jurídico, siempre teniendo presente una perspectiva histórica. Son dos las obras que marcaron su trayectoria, Cartas persas (1721) es donde los occidentales de su tiempo descubrieron el medio oriente y El espíritu de las Leyes (1748), que plantea esquemas generales de funcionamiento para las sociedades y sus gobiernos. La mayoría de sus posturas resultaron seductoras e igualmente controversiales. Aunque no fueran tan leídos, el resto de obra resulta relevante para comprender su pensamiento y son básicas en la conformación de la ciencia política actual.    

Aunque no fue el primero en llegar a la noción de totalidad, Montesquieu la explota en su comprensión del mundo, al plantear al Estado como una totalidad, donde convergen los elementos humanos y la forma en que los afecta la naturaleza a lo largo de la historia. Es esta la razón de su preocupación de comprender elementos tan diferentes como la religión, el gobierno, las costumbres, la política, el derecho, el comercio, la población y la moneda como lo muestra en El espíritu de las leyes, siempre bajo una perspectiva histórica. 

Para Montesquieu, existen tres posibilidades de gobierno: republicano, monárquico y despótico, cada uno tiene sus propios principios. El valor fundamental del primero es la virtud, en el segundo es el honor, mientras en el tercero resulta el temor (Althusser, 1974: 58).  Esta relación entre la forma de gobierno y un valor en específico es un ideal y, en caso de lograrse, genera estabilidad para el Estado que lo cumple, el cual, en momentos de contradicción deja de ser cumplido por buena parte de la sociedad y sus gobernantes. Así, una república donde el temor se ha ampliado tiene su motor de cambio histórico en tal punto y puede derivar en el despotismo. Llegó a considerar a sus análisis teóricos de la historia como algo universal, aplicable a cualquier Estado.

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