El camino al poder del nazismo en Alemania

por Alef Pérez

Al termino de la Primera Guerra Mundial, Alemania estaba devastada, derrotada y al borde de la revolución. En tal contexto, la República de Weimer daba sus primeros pasos con inseguridad y debilidad (Parker, 1987: 244). Por su parte, Adolf Hitler comenzaba a ser una figura política, que identificaba a los judíos como sus enemigos desde aquel momento por considerarlos como parte fundamental de los problemas de su nación. 

En 1920, El Partido Nacional Socialista de los Obreros Alemanes (NAZI) surgió como una organización de extrema derecha. Al poco tiempo, desaparecieron sus ideales de mejora del proletariado, quedaron como palabras huecas para alcanzar el poder, mientras las acciones estuvieron guiadas por el resentimiento de la derrota en la Primera Guerra Mundial y el odio al no alemán puro, al no ario. Con tales bases, en 1923 durante plena hiperinflación del marco, los nazis comenzaron una rebelión y plantearon imitar la Marcha sobre Roma de los fascistas italianos para llegar al poder con su Marcha sobre Berlín, aunque fracasaron. 

Tras el intento de tomar el poder por la fuerza, algunos conspiradores terminaron en prisión, Hitler fue uno de ellos. Para él resultó productivo su tiempo en cautiverio, repensó la estrategia al comprender los peligros de desafiar al gobierno y, así, buscó capturar las instituciones por la vía democrática, en esos mismos días escribió Mi Lucha y, al salir de prisión, comenzó a reorganizar al Partido NAZI para convertirse en su principal dirigente. 

Al comenzar los años treinta, la república de Weimar resultó impotente frente la grave situación económica creada por la Gran Depresión, esto fortaleció la idea entre la población de la incapacidad de los partidos tradicionales para dirigir al país. En tal escenario, los partidos de izquierda crecieron de una forma descomunal y los poderosos tuvieron miedo de la implantación de un régimen socialista. Sin embargo, los comunistas y los otros grupos actuaron por separado, no pensaron en la creación de un frente común para sacar a Alemania de la crisis y apoyar lo más posible al proletariado. Así, perdieron la oportunidad de llegar al poder, la cual no desaprovechó la derecha extremista. 

Por su parte, frente el complicado escenario de principios de los años treinta, el Partido NAZI comenzó a crecer de forma descomunal en las preferencias electorales y llegó a tener movilizaciones sociales a su favor (Béjar, 2014: 125). Para 1933, Hitler llegó al poder, de inmediato, comenzó un formidable ataque sobre las instituciones que funcionaban como contrapesos políticos, mientras cerró el camino democrático para cualquier transición. Para 1938, el mismo ejército alemán perdió sus lealtades aristocráticas y comenzó a ser una herramienta más del nuevo régimen.  

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