El camino a la victoria de la Revolución de China (1945-1949)

En 1945, tras la rendición incondicional frente Estados Unidos, los japoneses abandonaron sus intentos de conquista China. Por su parte, los comunistas en el gigante asiático contaron con años de experiencia en la lucha armada y adquirieron habilidad en administrar diversos territorios, que en un momento u otro llegaron a estar bajo su control. Sin olvidar, estuvieron en posición de disputar la posición de fuerza dominante a nivel nacional. 

En la purga de las potencias internacionales del fin de la Segunda Guerra Mundial, los grupos de interés soviéticos y norteamericanos comenzaron a actuar con la idea de la formación de un gobierno de unidad nacional, consideraron necesario estabilizar al gigante asiático. Sin embargo, las fuerzas de la república o nacionalistas y, al interior, los comunistas mantuvieron una postura de franca hostilidad una contra la otra.

En el equilibrio de fuerzas internas, la república china de los nacionalistas mostró intensos signos de agotamiento por su incapacidad de hacerse con el control de todo el territorio, no tuvo legitimidad entre la población y fue incapaz de mantener el apoyo de sus propias tropas, sin olvidar, resultó ser la responsable del manejo de una economía destrozada por los años de conflicto. En el otro bando, los comunistas contaron con un ejército leal y adoctrinado, sin olvidar, eran los únicos con la fuerza y voluntad para evitar la desintegración del país.

En un principio, los nacionalistas mostraron tener la iniciativa bélica, aunque rápidamente perdieron impulso y quedaron estancados en los diversos frentes. En 1948, el Ejército Rojo de los comunistas estuvo en posición de avanzar, conquistaron ciudades y regiones, prepararon el camino para alcanzar un poder total al comenzar a crear y consolidar grupos de apoyo en todo el territorio (Hobsbawm, 2004: 463). Desde el exterior, ninguna de las superpotencias decidió intervenir de forma contundente a favor de alguno de los contendientes.  

En esencia, el Ejército Rojo chino estuvo integrado por campesinos, de las diversas regiones por donde llegó a movilizarse el contingente. Es de señalarse, los comunistas alcanzaron con facilidad el apoyo de la mayoría de la población de los territorios que ocuparon, aunque esto significó entrar a las conflictividades locales, donde siempre existieron grupos rivales. En la otra cara de la moneda, al verse acorralados, los nacionalistas buscaron negociar la creación de un gobierno de unidad para mantenerse como una fuerza a nivel nacional (Anguiano, 2010: 297), no obtuvieron una respuesta.

Mientras los nacionalistas fueron arrinconados en la isla de Taiwan, el principal dirigente de los comunistas, Mao Zedong, comenzó a preparar la conquista del poder. Así, en octubre de 1949, la República Popular de China nació como un régimen revolucionario, que llegó al poder por sus propios medios. A la vista de la mayoría de la población, el nuevo grupo gobernante restauró el poderío de las antiguas dinastías y pasó a ser su heredero, lo cual otorgó legitimidad.

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