La crisis del Estado benefactor de finales del siglo XX

por Alef Pérez

En los años setenta del siglo XX, la edad de oro del capitalismo comenzó a mostrar signos de debilidad, la razón básica, el crecimiento económico en general disminuyó y las contracciones comenzaron a ser más pronunciadas con efectos negativos a mayor plazo. Tal situación afectó las finanzas públicas de la mayoría de las naciones y, por lo tanto, el gasto dirigido al Estado de bienestar estuvo en la mira para ser recortado.

A pesar de los problemas financieros, en los años setenta, la mayoría de los gobiernos decidió mantener intactos sus sistemas de distribución de la riqueza. En buena medida, los partidos de izquierda buscaron conservar sus recetas tradicionales, que tuvieron buenos resultados en las décadas pasadas, por su parte, los regímenes de derecha no estuvieron dispuestos a atacar tales programas, por miedo a las consecuencias políticas. Así, la mayoría de los hombres en el poder decidieron endeudar a sus naciones para esperar el arribo de mejores tiempos económicos y lograr equilibrar sus presupuestos, esto último no paso. La excepción, la dictadura militar de Chile decidió recortar gastos y realizó diversas privatizaciones, esto mostró la viabilidad del camino neoliberal.

También en los años setenta, los capitalistas comenzaron a ver menguar sus ganancias, en respuesta, buscaron la forma de reducir los beneficios a los trabajadores, lo que significó el aumento de la beligerancia de la lucha de clases (Harvey, 2007: 47). Tal cambio fue clave para comenzar a buscar formas de desmantelar al Estado benefactor. 

En la teoría, los ideólogos neoliberales construyeron la noción de contraposición entre la justicia social y la libertad individual. En especial, al estar el primer elemento vinculado a la distribución de la riqueza por la vía fiscal, lo cual, comenzó a ser visto como la perdida de los recursos personales, que eran para la autorrealización. En su momento y sin mentir mucho, las acusaciones de corrupción y despilfarro de los recursos públicos constituyeron otro elemento destructivo del Estado benefactor.

A partir de la crisis de los ochenta, las privatizaciones comenzaron a ser comunes en diversas latitudes. Otra estrategia, la asociación para construir o administrar elementos de apoyo a la población más necesitadas fueron licitados en su parte rentable a privados, mientras el gobierno administró lo inviable en términos económicos. En los casos más radicales, simplemente desapareció el elemento de beneficio a la sociedad. Así, lo construido alguna vez para proteger a los desposeídos comenzó a transformarse en negocios privados con importantes márgenes de ganancia.

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