El populismo latinoamericano en épocas de prosperidad (1945-1980)

En los años treinta del siglo XX, el populismo comenzó a ser visible en América Latina, aunque no fue hasta los años cincuenta cuando logró tener mayor peso en diversos regímenes. En términos sociales, surgió de una alianza nacionalista poco común entre el naciente proletariado y la burguesía industrial, a la cual fue sumándose la creciente clase media. En general, estuvo interesado en desplazar a los viejos grupos de poder como los terratenientes.

En términos económicos, el sector agroexportador mostró desgaste, por perpetuar los lasos de dependencia con las naciones centrales del capitalismo occidental. En contra posición, el populismo encajó con las políticas desarrollistas y proteccionistas, las cuales buscaron consolidar mercados internos para la misma producción nacional. Por su parte, el liberalismo tradicional era visto como una doctrina imperialista, que buscó la apertura de los mercados sin medir consecuencias. Como opción viable, en América Latina, el keynesianismo resultó adecuado para el populismo por su fuerte intervencionismo gubernamental, que tuvo su auge a través de la sustitución de importaciones diseñada para favorecer el consumo y producción interna. Para mantener sus bases sociales, el Estado benefactor funcionó como la estrategia para distribuir la riqueza.

En los diversos escenarios políticos, el populismo procuró levantar la bandera de la democracia. Aunque, varios regímenes no estuvieron dispuestos a respetar la voluntad de las urnas, en esos casos plantearon una supuesta voluntad de las mayorías, que encarnó sus propias propuestas. Casi siempre, los partidos políticos populistas funcionaron como extensiones del culto a la personalidad de sus dirigentes (Hartlyn, 1997: 32), sólo en Argentina, el Partido Justicialista sobrevivió a la muerte de su caudillo, Juan Domingo Perón.

En buena medida, el populismo logró montarse sobre el crecimiento económico de los años cincuenta y sesenta, lo cual le dio estabilidad política y social para mantenerse como forma de hacer política dominante en América Latina.

En buena medida, los populistas intentaron crearse una imagen relacionada con los clamores de las masas sociales y, así, buscaron volverse sus representantes y vincularse profundamente con ellas, hombres como Getúlio Vargas en Brasil lo lograron. En contraposición, sus enemigos políticos resaltaron la corrupción y despilfarro. En los años setenta, por los visibles problemas de estos regímenes, las opiniones en su contra comenzaron a ganar terreno y minar su legitimidad. 


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