1789, la irrupción de la Revolución Francesa

Por Alef Pérez.


En el siglo XVIII, Francia era un modelo político por la fortaleza de su monarquía absolutista y contó con el reconocimiento como potencia internacional. Sin embargo, sus debilidades estructurales, una burguesía transformadora y un pueblo hambriento confluyeron en la Revolución, que fue un punto de inflexión en la historia universal, con 1789 como el momento donde la chispa encendió las pasiones.     

Al inicio de la crisis, el rey, Luis XVI, llamó a la formación de los Estados Generales, que comenzaron a gestionar en mayo de 1789. En la práctica, esto significó un cambio fundamental, al crearse un contrapesó al poder del monarca. En tal organización, el voto funcionó de forma corporativa, esto quiere decir que todos los representantes de la nobleza eran una sola voz, lo mismo en los casos del clero y el llamado «tercer estado», que estuvo formado por burgueses y clases medias letras. Tal forma de organización restringió las transformaciones, al votar los primeros dos siempre por posturas conservadoras. Mientras la efervescencia social en el campo creció, los hombres del «tercer estado» organizaron la Asamblea Nacional, la cual logró consolidarse como representante de los franceses a través de la conciencia individual de cada uno de sus miembros y comenzó a ser reconocida como Constituyente.   

El ritmo de los acontecimientos comenzó a acelerarse, el 14 de julio, la Bastilla cayó por la fuerza de las movilizaciones del pueblo parisino. Al tratarse de la prisión real y estandarte de su poder, su claudicación significó un símbolo para impulsar la Revolución. En octubre, otra gran manifestación de los desposeídos surgió, las mujeres marcharon a Versalles para llevar con ellas y con el resto del pueblo al rey rumbo a París, por su parte, a Luis XVI sólo le quedó aceptar. Así, las masas urbanas mostraron sus reclamos y capacidad de movilización.

A grandes rasgos, en 1789, París fue sede de los momentos más significativos de las movilizaciones de las masas, sin embargo no resultaron ser casos aislados, episodios semejantes acontecieron por toda Francia, que formaron parte del desbordamiento incendiario de las pasiones.

En agosto, por el lado de quienes buscaron dar rumbo a la Revolución, la Asamblea Constituyente proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En buena medida, en el referido documento, la burguesía y las clases medias ilustradas mostraron una postura contraría a la esencia de la nobleza con sus jerarquías y privilegios, esto significó eliminar los rasgos sobrantes de las estructuras feudales. Es de hacerse notar, no sólo era destruir lo viejo, también plantó transformar a la sociedad y sus relaciones políticas, algo fundamental, postuló con fuerza el principio de la libertad individual (Hobsbawm, 2003: 67).   



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