El conflicto por el Canal de Suez

En 1954, Gamal Abden Nasser logró convertirse en presidente de Egipto, en un contexto de un nacionalismo popular exacerbado por las constantes intervenciones de los británicos y franceses. En tal situación de confrontación, el socialismo árabe comenzó a ser una ideología viable para el régimen egipcio, el cual no buscó imitar la formación política y económica de la Unión Soviética, más bien se trató de un nacionalismo capaz de enfrentarse a los intereses de las potencias occidentales y sus intentos de mantener los privilegios imperialistas.

            Es necesario contextualizar, los Estados Unidos buscaron colocar a Oriente Medio de su lado en la Guerra Fría. En buena medida, los norteamericanos pensaron consolidar una alianza como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la región, así, plantearon utilizar de forma privilegiada las bases militares de quienes buscaron convertir en sus aliados-subordinados. Por su parte, la Unión Soviética fue un polo de atracción para las naciones de Oriente Medio, por ser un contrapeso a Occidente donde se encontraban los opresores tradicionales para la región.

En medio de tan complicado escenario geopolítico entre las superpotencias, en 1956, Egipto no logró apoyo financiero de la Unión Soviética, sin embargo, obtuvo la promesa de un préstamo norteamericano para la construcción de la presa Asuán, que al poco tiempo decidió cambiar de opinión y no entregó los recursos (Heller, 1986: 101). Washington consideró a sus propias maniobras como una demostración de la importancia de Occidente para el régimen de Nasser, el cual debía reconocer que sin él, resultaba imposible hacer grandes proyectos.

Al no tener alternativas de financiamiento, Egipto decidió nacionalizar el canal de Suez, que era la conexión entre el Océano Indico y el Mar Mediterráneo sin bordear África, lo que lo volvió una infraestructura internacional clave. La reacción imperialista no se hizo esperar. Como propietario, Inglaterra consideró un insulto la acción. Francia pensó en la influencia que tenía Nasser entre los rebeldes de Argelia como un problema en su guerra en aquella nación. Por su parte, Israel buscó aprovechar la coyuntura como una buena oportunidad para golpear a su adversario. 

En tal coyuntura, Israel actuó militarmente con el apoyo pleno de los gobiernos de Gran Bretaña y Francia. No obstante, sus acciones tuvieron poca eficacia, no por la capacidad del ejército egipcio, sino por la resistencia de la población local. Por su parte, Nasser comenzó a ser considerado el rais, el caudillo en árabe, en un momento cuando todo Oriente Medio mostró apoyo popular a él. Antes de la llegada de tropas de Europa Occidental para respaldar a los israelitas, los Estados Unidos y la Unión Soviética decidieron apoyar la nacionalización del Canal de Suez y terminar con el conflicto. Así, también quedó claro cuales eran las verdaderas potencias internacionales.   


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