El algodón en la Primera Revolución Industrial

En buena medida, en 1780, la Revolución Industrial comenzó su marcha por el trabajo de las fabricas dedicadas al hilado del algodón. Fueron productoras masivas primero para el mercado británico y, al poco tiempo, lograron comenzar la conquista de la preferencia de los consumidores en otras regiones, en las primeras décadas del siglo XIX resultó imposible negar su preponderancia a nivel global.

Es de considerarse, la industria algodonera creó todo un engranaje de crecimiento económico por sus necesidades de insumos, mano de obra y fábricas, que resultó fundamental para impulsar del desarrollo de Gran Bretaña hasta 1830. En datos duros, la cantidad de algodón importado pasó de 11 millones de libras en 1785 a 588 millones de libras en 1850 (Hobsbawm, 2003: 45), lo que muestra la expansión sostenida del sector durante más de medio siglo. Al mismo tiempo, las exportaciones inglesas de productos ya manufacturados de algodón resultaron preponderantes alrededor del globo.

En la ampliación de los mercados para los productos algodoneros, las colonias británicas resultaron fundamentales, al ser mercados cautivos sin posibilidades de crear políticas comerciales defensivas. Por su parte, el Sur de los Estados Unidos pasó a ser la principal fuente de la materia prima para aquella creciente industria, así, las plantaciones esclavistas fueron clave para el desarrollo del sector capitalista más dinámico de aquellos tiempos.     

En buena medida, los ciclos económicos cortos de contracciones y ampliaciones de unos ocho a once años comenzaron tras el arranque de la Revolución Industrial, los mismos dependieron de la industria algodonera por el peso de ésta en Gran Bretaña, centro de la economía capitalista de aquel momento. En otro agravante, los márgenes de ganancia industrial comenzaron a reducirse por la competencia del crecimiento numérico de fabricas, aunque este problema no logró detener el desarrollo. 

En un caso particular, con algunos pasos previos de la familia para pasar de las actividades agrícolas a las fabriles, Robert Peel (1750-1830) logró consolidase como industrial algodonero (Hobsbawm, 1999: 58). No tuvo dificultad para obtener financiamiento, que logró a través de hombres que buscaban asociarse con quienes parecían ser una buena vía para hacer crecer sus capitales, los cuales comenzaron a ser relativamente comunes en la Gran Bretaña de finales del siglo XVIII. Tras su rápido asenso, Peel logró ennoblecerse al convertirse en barón, en la política, llegó al Parlamento y era reconocido como todo un burgués de la naciente industria.      


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