En el siglo XIII, al concluir la reconquista en su
territorio, la primera formación absolutista fue la de Portugal, a pesar de ser
una situación anómala en su momento, mostraba el camino a seguir en Europa
Occidental. En la segunda mitad del siglo XV, entre el caos feudal y diversas
convulsiones bélicas surgieron las monarquías absolutistas europeas de mayor
relevancia, que llegaron a dominar el escenario. En Francia estuvo encabezada
por Luis XI Valois, mientras en España era bajo la tutela de los reyes
católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, por último, Enrique
VIII Tudor de Inglaterra. A pesar de existir diferencias en el éxito alcanzado,
sin excepción, buscaban la centralización.
Para entender la mayoría de las transformaciones es
necesario tener presente la crisis de los siglos XIV y XV, tras la cual, la creación
del absolutismo resultó ser una forma de ampliación del poder de algunos señoríos
feudales, que transformaron su papel gobernante. Para protegerse, los nobles
inferiores tuvieron que entregar su soberanía al monarca, algunos se negaron,
otros aceptaron con recelo, pero sin duda, era una nueva realidad. Así,
mientras los mecanismos de producción, intercambio y acumulación capitalistas
comenzaban a activarse, los antiguos feudatarios conservaron el poder político,
a través del hombre de mayor jerarquía entre ellos: el rey. Esto significó el
movimiento del poder local al del reino.
A pesar de ser un medio de poder de la nobleza, el
absolutismo también funcionó para los intereses económicos de la naciente
burguesía. Aunque fuera poco a poco, creó sistemas jurídicos con aplicación a
lo largo de toda la extensión de los reinos, mientras derribó barreras arancelarias
locales, esto garantizó la propiedad privada y facilitó el transito de las
mercancías (Anderson, 2009: 35). En especifico, los banqueros tuvieron
constante trabajo con prestamos a las monarquías. Es de señalarse, no se trató de
un capitalismo industrial o de mercados de masas, los cuales hubieran
significado una ruptura radical y poco aceptable para el sistema.
No sólo estaban presentes los juegos de poder de la
nobleza y la burguesía, el absolutismo monárquico comenzó a crear sus propias estructuras
de control central. Como un aspecto fundamental, consolidó su burocracia, con
el objetivo de tener personal para sus funciones cada vez más amplias, esto al
considerar la centralización del poder. Como nunca antes, levantó ejércitos,
que fueron pagados a través de impuestos y se trataba principalmente de grupos
de mercenarios.
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