En esencia, el Renacimiento significó el rescate de la
Antigüedad grecorromana. En esta línea, continuó la tradición de escribir en
latín, aunque fuera una lengua muerta, la consideró la más culta de todas.
También se leyó en la misma, quienes actuaron según esta corriente del
pensamiento buscaban comprender los textos romanos, sin embargo, en segundo
plano, se adentraron al griego clásico para conocer directamente a sus autores.
En tal proceso desenterraron una cultura y comenzaron a crear la propia.
Tal proceso aconteció entre mediados del siglo XV y la
primera mitad del siglo XVI. A pesar de ser un fenómeno europeo, el epicentro
fue en la Península Itálica, entre las nacientes ciudades-Estado donde la
burguesía se encontraba en expansión. También es de considerarse, que el centro
del Imperio Romano alguna vez estuvo en esta región y el recuerdo de su
grandeza resultó fuerte (Pirenne, 1995, 378), esto facilitó retomarlo.
Entre las ciudades-Estado de la Península Itálica,
Florencia destacó por su creación renacentista en todos los aspectos. Es de hacerse
notar, su particular desarrollo, con constantes conflictos sociales,
situaciones políticas intensas tanto en el interior de la urbe como en el
exterior y una burguesía en desarrollo facilitaron el arribo de la
transformación intelectual. En tal escenario, no resultó extraño el surgimiento
de teóricos de la política, como fueron Nicolás Maquiavelo con El Principe
y Francesco Guicciardini con Historia de Italia.
En las letras, es de señalarse, la literatura de la
Antigüedad fue escrita desde una perspectiva completamente pagana (Braudel,
2000: 300), aunque lo importante no estuvo en rescatar a los dioses de aquel
tiempo. Más bien, el Renacimiento trató de buscar fundamentos para cimentar las
nociones de libertad e individualismo. Para lo cual, el invento de la imprenta
resultó de vital importancia, al permitir una reproducción de los libros a
mayor velocidad y a un menor costo.
No sólo se trataba de la recuperación de la literatura,
por ejemplo, la arquitectura de la Antigüedad resultaba fácil de observar en
las ciudades, por lo cual, se dedicaron a rescatar su grandeza (Rodríguez-San
Pedro, 2002: 66). Las bases teóricas de tales construcciones fueron reanimadas y
comenzaron a ser aplicadas con sus elementos y técnicas para tener una base de
donde partir. La escultura tuvo transformaciones similares, uno de los ejemplos
más conocidos es El David de Miguel Ángel.
Para su difusión, el Renacimiento contó con nuevas
universidades, lejos de la teología católica, al menos temporalmente. En ellas las letras y las artes de la
Antigüedad grecorromana tuvieron cabida y fueron estudiadas con detenimiento.
Estos recintos estaban reservados para las élites, en esencia la naciente
burguesía, aunque también llegaban a participar nobles.
Contenido:
Ver tema general:
Ver tema:
Comentarios
Publicar un comentario