El mar Mediterráneo Oriental en el Medievo


En el 395 d.C., momento de la división del Imperio Romano, la capital de Oriente o bizantina, Constantinopla, controlaba el comercio Mediterránea. La caída de la parte Occidental sólo confirmaba su preponderancia en el mar. Tal situación era herencia directa de la Antigüedad, donde el transporte con navíos resultaba mucho más practico que por los caminos de tierra.
En buna medida, en el siglo VI d.C., la reconquista del occidente romano estuvo sustentada en el intento de recreación de los puertos y comercio con esta región. Sin embargo, la capacidad demográfica y su aislamiento de la población volvió imposible la creación de mercados, al final, el proyecto fracasó. Por el contrario, en el territorio bizantino, Constantinopla mantuvo un comercio constante con la Península de los Balcanes, Egipto, el resto de la costa oriental del norte de África y los otros puertos de Anatolia o Asia Menor (la actual Turquía) por el mar Mediterráneo, las rutas integraban el territorio del mismo Imperio Bizantino.
En el siglo VII, el Califato de los oméyades o de Damasco logró conquistar la costa norte de África, incluido Egipto, no sólo se trataba de territorio, sino del uso de rutas comerciales. Por su parte, Bizancio logró mantener bajo su control la Península de los Balcanes, Anatolia y entre ellas las islas del mar Egeo. Así, Constantinopla perdió parte de sus fuentes de riqueza, aunque logró mantener los suficientes puertos bajo su control para continuar siendo prospera y evitar el colapso en aquel momento.   
Desde el Emirato morisco de la Península Ibérica hasta los puertos cercanos a Jerusalén, los musulmanes construyeron su propio sistema comercial mediterráneo. Llegaron a tener zonas estratégicos en territorios de sus rivales como Creta y Sicilia (Braudel, 2000: 60), los cuales no lograron sostener por mucho tiempo. Su experiencia se nutrió de los navegantes de la población costera de los territorios conquistados, los cuales conocían técnicas y rutas.   
En el Oriente del Mediterráneo confluyeron flotas musulmanas y bizantinas, en una situación de constante tención, aunque cada una reconoció las zonas de dominio marítimo de la otra. No obstante en el siglo XI, los éxitos de la Primera Cruzada provocaron la existencia de puertos cristianos en Tierra Santa, en el extremo oriental del Mediterráneo, lo cual creó una ruta directa con las nacientes ciudades porteñas de la Península Itálica. Tal situación no logró perdurar.
En el siglo XIII, ignorando su lucha contra el infiel, la Cuarta Cruzada conquistó Constantinopla para convertirla en un puerto veneciano, tal situación la lograron revertir los bizantinos, aunque poco a poco fueron subordinándose en términos comerciales a las ciudades-Estado italianas. En una coyuntura fundamental, en 1453, los turcos-otomanos conquistaron definitivamente Constantinopla y la volvieron Estambul, esto permitió articular el comercio por todo el Oriente del Mediterráneo y a lo largo de la costa norte de África.

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