por Alef Pérez
En los años treinta, las diversas agresiones de las
naciones del Eje (Alemania, Italia y Japón) comenzaron a ser vistas con recelo
por Francia y Gran Bretaña en especial las que tuvieron como escenario Europa,
aunque mantuvieron durante un buen tiempo su postura de observadores, no deseaban
llegar a la confrontación directa. Por su parte, los Estados Unidos no
mostraban la intención de intervenir, mientras la Unión Soviética optó por
pactar la no agresión con los nazis frente la indiferencia de las otras
potencias. Así, la actitud titubeante y permisiva resultó fundamental para
ampliar la espiral de conquistas a través de la violencia de forma impune.
En un momento crucial, en septiembre de 1939, la invasión
de la Alemania nazi a Polonia significó la declaratoria de guerra por parte de
Francia y Gran Bretaña al agresor. Durante varios meses, la situación quedó
congelada, sin que ninguno de los dos bandos se decidiera a actuar con una
movilización general, todos temían entramparse en un conflicto prolongado y sin
salida como sucedió en 1914 con las trincheras del frente occidental.
A grandes rasgos, Alemania poseía unos 2,000 tanques y
5,000 aviones de combate, lo cual superaba las fuerzas de Francia y Gran
Bretaña, aunque no por mucho (Comellas, 2010: 225). Algo fundamental, la
ventaja nazi se encontraba en la modernidad de su armamento, a lo cual se debe
agregar, tenía un ejercito disciplinado y bien preparado, junto con estrategas
brillantes y audaces.
Finalmente, por empuje y agresividad, en mayo de 1940,
Alemania decidió marchar sobre Francia, la línea de defensa Maginot resultó
prácticamente barrida. Como quedo demostrado en Polonia, los tanques resultaron
fundamentales para avanzar, también utilizaron paracaidistas, algo que era
novedoso como táctica militar. En poco más de un mes, los nazis habían conquistado
París, dividido en dos a Francia, una parte permaneció ocupada y la otra como
una república pelele, no sólo eso, también cayeron Dinamarca, Bélgica, Holanda
y Noruega. Es de considerarse, Gran Bretaña logró evitar la invasión, no por
capacidad militar, sino por su condición de isla, sin embargo, no tuvo la
capacidad de regresar al continente para enfrentar a su enemigo.
En tal escenario, Adolf Hitler decidió ir a París, llegó
el 28 de junio de 1940. No era una simple visita turística, se trataba de un
conquistador, que había logrado uno de sus sueños. Su imagen por los campos
Elíseos y de fondo la Torre Eiffel logró consolidarse como uno de los símbolos
de la victoria de la Alemania nazi sobre Francia.
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Entre guerras.
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