El problema religioso en la posrevolución


Entre 1920 y 1940, la relación del gobierno con la Iglesia católica resultó un problema constante, siempre existieron inconvenientes en menor o mayor escala. En tal situación, el anticlericalismo de las autoridades gubernamentales minaron de forma constante el camino de la reconciliación.  
Más en especifico, en el cuatrienio de Álvaro Obregón, el gobierno federal mantuvo una relación tensa con la jerarquía católica. En 1923, durante la colocación de la primera piedra del Cristo del cerro del Cubilete en Guanajuato, el obispo de San Luis Potosí proclamó al hijo de Dios como rey de México, el representante papal, quien estuvo presente, resultó expulsado del país por el incidente diplomático que provocó ese comentario con el Vaticano (Aguilar, 1995: 101). La situación se agravo con la llegada de Plutarco Elías Calles a la presidencia, se limitó el número de sacerdotes por estado, en Tabasco se llegó al extremo de que para que estos ejercieran debían de contraer matrimonio. También, se patrocinó desde las altas esferas la creación de una Iglesia mexicana independiente de la católica.     
El gobierno de Calles resultó cada vez más intransigente con la Iglesia, la respuesta de la alta jerarquía eclesiástica fue cerrar los tempos, esto provocó un levantamiento popular principalmente en los estados de Jalisco, Guanajuato, Colima y Michoacán, conocido como la Guerra Cristera. El movimiento mostró fuerza en las zonas rurales, en las ciudades resultó simbólico a través de la Liga Nacional de la Defensa de la Libertad Religiosa. Escribieron la llamada “Constitución Cristera” como bandera de lucha visible, básicamente era un documento pro-catolicismo y anti-agrarista, con ella buscaban reemplazar a la de 1917. Los grupos de campesinos organizados que habían recibido tierras o buscaban recibirlas lucharon del lado del gobierno, junto al ejército federal. El fin de la presidencia de Calles posibilitó la realización de las negociaciones y terminar con los enfrentamientos en 1929 (Aboites, 2010: 607). A los pocos años, existió una llamada segunda Guerra Cristera de menor intensidad. 
Por su carácter de revolucionario, Lázaro Cárdenas no estaba de acuerdo con la Iglesia, aunque se apoyó de ella en su lucha en contra de Calles durante sus primeros dos años en la presidencia. También recibió el respaldo de casi todos los grupos católicos y de su alta jerarquía al realizar la expropiación petrolera. No obstante, el radicalismo social y económico del cardenismo causó rencores en algunos religiosos, los cuales organizaron la Unión Nacional Sinarquista, que buscó implantar a la católica como única religión obligatoria, estaba en contra de la educación sexual, de la participación política de las mujeres, del liberalismo, del agrarismo y de la llamada amenaza “socialista”.    

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