por Alef Pérez
En el ultimo cuarto del siglo XIX y principios del XX, las naciones imperialistas realizaron una carrera por la posesión y control de territorios, entre las cuales destacó el imperio británico por su extensión, el cual tuvo una cuarta parte del planeta. Se trató de una cuestión de orgullo y de demostración de fuerza, aunque también era una postura defensiva frente la creciente presencia de productos industriales de otras potencias, que evitó la entrada de éstos a diversos mercados alrededor del globo. Sin olvidar, su dependencia de las materias primas procedentes de ultramar.
Entre las zonas con invasores europeos, África destacó por su simbolismo colonialista. En su parte occidental, los británicos contaron las regiones más productivas y densamente pobladas, lo cual eclipsó la importancia de las posesiones francesas. Por su parte, Sudáfrica destacó por sus diamantes, a pesar de que las minas fueron explotadas por empresarios alemanes, los cuales supieron incorporarse a la sociedad londinense.
Entre los territorios independientes de forma formal, los británicos ejercieron su presencia con inversiones y, en ocasiones, de forma más contundente. El decadente imperio chino estuvo a su merced, en buena medida, Londres evitó el vacío de poder en aquellas tierras, es de señalarse, los puertos chinos eran directamente controlados por los colonialistas. En un escenario similar, las jóvenes repúblicas latinoamericanas debieron mantenerse alerta, las fuertes inversiones del exterior para la explotación de materias primas, en comunicaciones y en finanzas llegaron acompañadas de la constante amenaza de la intervención militar.
A lo largo y ancho de los dominios británicos, la India jugó un papel preponderante tanto como fuente de materias primas como mercado para productos manufacturados. Para asegurar el tráfico marítimo con ella, controlaron la ruta corta por el Mediterráneo atravesando el canal de Suez, para lo cual ejercieron su dominio sobre Egipto y la Península Arábiga, lo mismo con la ruta larga donde resultó fundamental Sudáfrica (Hobsbawm, 2005: 77).
En el imperio británico, Canadá y Australia tuvieron poca importancia. La primera básicamente exportó pieles, aunque poseerla significó una cuestión de orgullo al mostrarle a los Estados Unidos su presencia en la frontera. La segunda funcionó como lugar de exilio de los presos para dejarlos varados en lejanas tierras.
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