Para la
segunda mitad del siglo XIX y al pasar las décadas, cada vez con más impulso,
específicamente en Alemania, la industria comenzó a incorporar la aplicación de
la química en sus procesos, tal paso se logró a través de los estudios
universitarios, esto por la especialización de los conocimientos de las
innovaciones. La transición del laboratorio a la fabrica se logró con los
tintes sintéticos para las telas, aunque rápidamente llegó a los explosivos y a
la fotografía.
Es de considerarse, los pasos dados por la industria química alemana no
fueron una casualidad, por el contrario, buscaban resolver problemas del
sistema productivo de su nación. En primera instancia, la falta de colonias de
ultramar y el peso de los ingleses en el comercio marítimo, quienes podían
bloquear la adquisición de materias primas, volvió necesario el remplazo de los
tintes naturales por artificiales, que permitió consolidar una industria textil
competitiva. Adicionalmente, la complicada situación diplomática entre los
europeos y la prioridad de crear un gran poderío militar crearon la necesidad
de impulsar esta rama industrial desde nuevas perspectivas (Stone, 1985: 180),
en consecuencia, el ejército paso a ser un consumidor fundamental de la
industria, que incentivaba las innovaciones.
Dando un paso en las transformaciones, en 1880, Alemania contaba con una
red ferroviaria capaz de integrar todo su territorio en un mercado nacional a
bajo costo, lo cual, por las características de la tierra, daba acceso a
productos que resultaban fácilmente sintetizados en laboratorios. En otra
consideración, el acceso a los recursos de ultramar continuaba siendo
complicada. Al considerar los factores anteriores, la industria química
continuó desarrollándose y logró su consolidación.
La innovación parecía no detenerse, la farmacéutica y la petroquímica
lograron transitar de los laboratorios a la industria. En el primer caso,
resultó una transformación radical de la potencia curativa a disposición del
hombre, en particular, en 1899, se creó la aspirina, producto que pasó a ser de
consumo prácticamente universal (Hobsbawm, 2005: 60). En el segundo, sentaron
las bases para todo tipo de mercancías procedentes del petróleo.
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