Las poblaciones neolíticas eran pequeñas comunidades agrícolas basadas en el igualitarismo social, resultaron extremadamente exitosas en los territorios de la actual China, por lo cual su población comenzó a crecer exponencialmente, junto la demanda de mayores recursos. En consecuencia, aproximadamente por el 7 mil a.C., algunos grupos comenzaron campañas bélicas por los recursos manejados tradicionalmente por otros, tras lo cual, ciertos pueblos lograron subordinar a sus vecinos y forzar la creación de un excedente productivo para el enriquecimiento de la población dominante, en especifico, estaba destinado a su grupo gobernante. Así, las redes de subordinación llegaban a uno o a cinco pueblos, mientras comenzaba a notarse la jerarquización de la sociedad.
Las transformaciones continuaron, las comunidades dominantes liberaron su fuerza productiva, no debían dedicarse más a la agricultura, ni a la fabricación de utensilios para su uso diario, tampoco destinar hombres para las obras públicas, para eso estaban las comunidades subordinadas. Comenzaron a canalizar sus esfuerzos a otras cosas, crearon grupos de guerreros especializados y de religiosos para ejercer control militar y espiritual.
Las guerras entre los grupos dominadores desembocaron en la subordinación de los perdedores al vencedor, creando niveles o pirámides de dominación. Tras tales confrontaciones, los derrotados se convirtieron en unidades inferiores de administración de la cúspide de la pirámide. Los niveles se sobre pusieron una y otra vez. Alrededor del 5 mil a.C., en las regiones colindantes al Río Amarillo comenzó a consolidarse la considerada como la primera dinastía (Wiesheu, 2003: 105). En buena medida, aquel periodo de China resultaba muy semejante al planteado teóricamente como modo asiático de producción.
Al menos hasta donde se puede observar, en todo el tránsito de la historia de las dinastías, los bienes tenían una doble posesión: la del poderoso como un elemento vertical y la de la comunidad como algo horizontal, lo cual bloqueaba la posibilidad de la consolidación de la propiedad privada. En otras palabras, los emperadores eran los dueños de todo cuanto tocaba el sol, aunque junto a esta modalidad, existía otra complementaria, los pueblos en colectivo eran dueños de sus tierras y de lo existente en ellas.
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