Hernán Cortés
había planteado en sus Cartas de relación
la necesidad de la llegada de grupos de religiosos, para poner orden y lograr
la evangelización de las tierras recién conquistadas. También comprendía la
necesidad del buen ejemplo (Semo, 1982: 227) y de gente trabajadora, por lo
cual no planteó la instalación de la jerarquía católica, más bien era urgente
la llegada de frailes de órdenes religiosas. En respuesta, Carlos V, monarca
español, actuó acorde a lo solicitado junto el papado.
El 13 o 14 de mayo de 1524, los franciscanos llegaron como primera orden
religiosa a tierras novohispanas, eran doce como los apóstoles de cristo y también
igualaban a los discípulos de Francisco de Asís fundador de la orden, por lo
cual se trataba de un número simbólico. De este grupo formó parte fray Toribio
de Buenavente, quien tomó el sobre nombre náhuatl de Motolinía.
A semejanza de los franciscanos, los primeros dominicos en tierras
novohispanas fueron doce, llegaron el 2 de julio de 1526. Estaban encabezados
por fray Tomás Ortiz. En el transcurso del primer año, por complicaciones de
salud murieron cinco, otros cuatro regresaron enfermos a España, entre ellos
quien encabezaba el grupo en un principio (Ricard, 2004: 86), es de señalarse, también
había tenido importantes desacuerdos con Hernán Cortés, lo cual influyó en su
decisión de partir.
De los doce dominicos originales, tres fueron los que continuaron labores.
Fray Vicente de las Casas obtuvo el honor de fundar la provincia novohispana de
los dominicos, básicamente en los territorios del actual estado de Oaxaca. Para
1528, fray de Santa María junto con otros seis fortalecieron la presencia de la
orden religiosa.
En la expedición de los agustinos rumbo tierras novohispanas, fray Juan
Bautista de Moya debía partir para dirigir al grupo, aunque este se quedo en
España por alguna causa de fuerza mayor. A final de cuentas, el venerable padre
Agustín Gormaz o de Coruña encabezó los otros seis frailes que arribaron a
tierras novohispanas el 22 de mayo de 1533.
Los frailes de las primeras ordenes debieron poner a prueba su resistencia
física y espiritual, las condiciones de la Nueva España de la primera mitad del
siglo XVI lo ameritaban. Es de
considerarse, algunos tenían estudios en las universidades de Salamanca y
Alcalá, esto les daba un bagaje cultural que los introducía a las ideas
humanistas y renacentistas.
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