Entre 1982 y 1994, el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) mantuvo el suficiente peso político para conservar las
riendas del poder a nivel nacional, ya no era más una institución hegemónica,
capaz de ganar casi todas las elecciones, más bien, dominaba lo suficiente como
para mantener las riendas del poder a nivel nacional. En términos ideológicos,
perdió su herencia revolucionaria, al dejar de ser nacionalista, agrarista y olvidar
el énfasis en la justicia social. De las viejos elementos fundamentales, sólo
se mantuvo el autoritarismo, esto para poder sacar adelante las reformas
neoliberales, contrarias a lo defendido por el PRI en otros tiempos.
Por otra parte, los partidos de oposición crecieron poco
a poco en influencia. Desde el ámbito municipal y estatal, el Partido Acción
Nacional (PAN) luchó en contra del sistema electoral diseñado para dar la
victoria a los candidatos priístas. A partir de 1983, los triunfos de
candidatos panistas en municipalidades pasaron a ser algo normal (Loaeza, 2010:
250), otras victorias en las urnas no obtuvieron el reconocimiento de las
autoridades electorales, sin embargo, se observaba como el PRI perdía terreno.
Por su parte, tras la elección federal de 1988 y su fraude, el panismo se
convirtió en aliado incondicional del régimen, en buena medida, las reformas
neoliberales resultaban afines a su ideario en materia económica, no obstante,
tuvo que traicionar su búsqueda de la democracia. Así, para 1989, obtuvo el
reconocimiento de la victoria de una gubernatura.
No sólo cambiaban las cosas para la oposición tradicional,
el PRI estaba desquebrajándose por la implementación de las políticas
neoliberales, mal vistas por muchos en su interior. El grupo disidente estaba
encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, quien organizó el Frente Democrático
Nacional, el cual compitió en las elecciones de 1988, resulta posible plantear
que ganó por el rechazo generalizado al régimen, sin embargó el fraude electoral
se impuso. En tal coyuntura, las fuerzas de la izquierda organizaron el Partido
de la Revolución Democrática (PRD).
Desde la segunda mitad de los noventa, el tri-partidismo, entre el PRI, PAN Y PRD, se convirtió en la
regla en un constante juego de posiciones de poder. Mientras una serie de
partidos pequeños desempeñaban el papel de aleados de alguno de los tres
grandes, jugando a su conveniencia y no por un compromiso ideológico o con la
sociedad. En el 2018, las cosas cambiaron, el Movimiento de Regeneración
Nacional (MORENA) logró convertirse en la principal fuerza política del país.
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