La privatización de los transportes.


Al comenzar los años ochenta, los ferrocarriles mostraban muchas deficiencias, resultaba visible los problemas para satisfacer la demanda del servicio. El escenario parecía perfecto para realizar una de las tantas privatizaciones del gobierno encabezado por Miguel de la Madrid, al menos en aquel momento, no resultó así, ya que se emprendió la mejora de la empresa paraestatal (Jáuregui, 2004: 124). La compañía modernizó sus instalaciones, compró nuevo material rodante y reorganizó sus operaciones, como resultado se amplió el transporte de mercancías y pasajeros.
El sexenio salinista gozó de los beneficios de los ferrocarriles como una paraestatal sana, no obstante comenzó a preparar la venta de la empresa. En unos cuantos años, Ernesto Zedillo, como presidente, vendió los Ferrocarriles Nacionales de México. En manos privadas, la empresa comenzó un acelerado declive, colocándose en una situación catastrófica, de la cual no ha logrado salir.
Por su parte, el salinismo dejó a los privados la construcción y administración de las autopistas. Los puertos, las grandes ciudades y la frontera norte resultaron ampliamente beneficiados, mientras las pequeñas poblaciones resultaron olvidadas. Se movieron menos unidades de transporte que las planificadas por las nuevas vías, en buena medida, por las elevadas cuotas de las casetas de cobro. Adicionalmente, el gobierno rescató el sector por su ineficiencia. A pesar de haber demostrado su fracaso, los privados continuaron siendo los responsables de la construcción y administración de las autopistas.
En el foxismo, la construcción del Tren Suburbano del Área Metropolitana del Valle de México resultó una concesión total a los privados. A esto se suma, que a pesar de ser una obra, con la cual, el usuario ahorra horas en el transporte, su utilización estuvo, más de un sexenio, por debajo de lo estimado, esto por los altos precios, posiblemente llegue a suceder algo similar con el Tren Interurbano México-Toluca. Por todo el país, en el sexenio de Felipe Calderón con continuación en el de Peña Nieto fue posible observar la construcción de autopistas urbanas y de interconexión, que son obras de amplio impacto con utilidad sólo para los sectores sociales más privilegiados.

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