La pintura rupestre aridoamericana.

por Alef Pérez
La pintura rupestre tiene tres niveles de representación. En primer lugar, lo estético, al considerarla como expresión artística de la humanidad. En segundo lugar, lo arqueológico, que le da el matiz de objeto del pasado transformado por un ser humano. Por último, su sentido simbólico fue la interpretación dada en el momento de creación (Vega, 2015: 154). Las diversas perspectivas deben ser analizadas en su conjunto, sin perder la distinción entre ellas. 

Pintura rupestre de Pez en la Cueva de la Serpiente a los alrededores de San Javier, Baja California Sur. Fotografía de diciembre del 2018.
Pintura rupestre de Pez en la Cueva de la Serpiente a los alrededores de San Javier, Baja California Sur. Fotografía de diciembre del 2018.  

La pintura rupestre tuvo un claro simbolismo relacionado con el entorno inmediato de los hombres y mujeres que expresaron sus elementos míticos-religiosos. En el día a día de Aridoamérica, lo central fue la caza, la recolección y la reproducción, de una u otra forma se encontraron representadas en toda la superárea cultural. Los materiales de donde obtuvieron los pigmentos resultaban codiciados, lo cual generaba un cierto intercambio entre los grupos nómadas. Sin olvidar, tal expresión en la piedra marcaba el territorio entre las zonas de migración de los diversos grupos.
La interpretación de la pintura rupestre resulta complicada, en primera instancia se encuentra el pintor y la sociedad donde se creó, rodeada de ciertas características del entorno natural. Para quien estudia estos elementos se enfrenta a un gran reto, se trata de dar sentido a una sociedad diametralmente diferente a la nuestra. 
Existen representaciones donde sólo se observa un agente cultural y de una sola época. Sin embargo, en diversas ocasiones se presentan tradiciones diferentes, una a lado de la otra o hasta encimadas. En algunos casos más, la distancia cronológica puede ser notable, llegando a los milenios, es posible ver hoy en día pinturas rupestres previas al 2,500 a.C., lo cual traspasa la temporalidad de Aridoamérica y nos pone frente el periodo Lítico. Por lo cual, en un solo instante se observa un enorme mosaico, diverso en sus expresiones. 
Desde un caso particular, durante milenios, en la península de Baja California elaboraron pinturas rupestres, en la parte central se desarrollo la tradición llamada Gran Mural, la cual lleva el nombre de la zona arqueológica de mayor relevancia del país en este tipo de arte, que se encuentra en la Sierra de San Francisco, dentro de la Reserva de la Biosfera del Vizcaíno.  
El repertorio de la tradición Gran Mural tiene figuras abstractas, aunque es fácil distinguir entre el hombre, la mujer y cuando ésta tiene un infante. La fauna como borregos cimarrones, diversas especies de peces, berrendos, liebres, aves, pumas, leones marinos, entre otros son representados. También se localizaron ilustraciones de una planta denominada saya, un tubérculo que consumían los habitantes nómadas de la región (Gutiérrez, 2015: 39). De los Volcanes Tres Vírgenes obtenían los pigmentos minerales, los cuales viajaron por toda la península para ser mesclados con otros elementos y crear las pinturas rupestres de la región.   
Pintura rupestre de Ballena en la Cueva de la Serpiente a los alrededores de San Javier, Baja California Sur. Fotografía de diciembre del 2018.
Pintura rupestre de Ballena en la Cueva de la Serpiente a los alrededores de San Javier, Baja California Sur. Fotografía de diciembre del 2018.

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