Durante la Revolución
Mexicana, en Ciudad de México, la industria inmobiliaria creció y creó diversas
colonias, en buena medida por la migración de clases medias y altas, que escapaban
de las problemáticas vividas en algunas regiones. Los campesinos llegaron por
las mismas problemáticas, sin embargo, tuvieron que buscar un hogar en la
periferia urbana, donde abundaban los asentamientos irregulares.
El
entretenimiento en la Ciudad continuó a pesar de las dificultades, muy posiblemente
se vio disminuido durante la Decena Trágica y las ocupaciones por diversos
ejércitos revolucionarios en 1915. Los capitalinos con cierta holgura económica
disfrutaron del cine, el teatro,
carreras de caballos, el circo y corridas de toros. En la medida de lo posible,
trataron de llevar sus vidas con normalidad. Todos los adinerados vivieron
tranquilos durante el gobierno de Francisco I. Madero, a partir del huertismo
comenzaron los decomisos de propiedades, de quienes se creía apoyaban a algún
grupo contrario al que contralaba la urbe.
El
gobierno huertista trajo la zozobra y el miedo sobre los grupos populares
capitalinos. Para ellos los impuestos aumentaron desmedidamente, resultaba un
problema protestar, ya que el reclutamiento forzoso buscaba en primer lugar a
los revoltosos, aunque tampoco estaban a salvo en su cotidianidad, podían ser
llevados como leva al salir de la iglesia o de alguna cantina.
En 1915, la
Guerra de Facciones sumergió a los 500 mil habitantes de la Ciudad de México en
el caos. Los diferentes grupos tomaban algunas casas de la gente adinerada como
cuarteles generales, en ocasiones se les permitía sacar sus pertenencias, en
otras ni siquiera eso. El despoblamiento de los campos cercanos y la
desarticulación del sistema ferroviario imposibilito el abastecimiento,
mientras que los abarroteros ocultaban las mercancías para encarecerlas, el
hambre se apoderó de los habitantes. Los zapatistas mostraron preocupación por
la alimentación y seguridad de los capitalinos, mientras que los carrancistas y
villistas ignoraron esos problemas.
Al pasar
los años difíciles y acercándose la promulgación de la nueva Constitución de
1917, la Ciudad de México tenía una atmosfera gris con diversas problemáticas
económicas (Ulloa, 1983: 206), donde la moral carrancista provocó la clausura
de cantinas, pulquerías y burdeles. A pesar de las dificultades, se estaba
recuperando como el vibrante corazón del país.
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