El ejército federal durante el régimen carrancista.


En 1915, al derrotar a la División del Norte villista y arrinconar en Morelos a las fuerzas zapatista, el ejército constitucionalista comenzó a verse como el ejército nacional. Sin embargo, su imagen resultó erosionada de inmediato por los constantes abusos hacia la población civil, mientras se mostraba incapaz de eliminar a los grupos de rebeldes que permanecían activos. Más que una garantía de estabilidad, actuaba como la encarnación del caos. Por su parte, los generales mostraban cada vez más sus ansias de poder político y de enriquecimiento a través de su investidura.
Los tiempos de la Guerra de Facciones dejaron un ejército enorme, integrado por miles de soldados, que provocaban un inmenso gasto gubernamental. Los encargados de las finanzas públicas pugnaron por reducir los gastos militares y las facultades para recaudar recursos directamente de los generales, su labor tuvo importantes frutos al pasar aproximadamente del 69% del presupuesto federal en 1917 al 48% durante 1920 (Wilkie, 1978: 135), la reducción de efectivos en servicio resultó mayor. 
Con el tiempo, el ejército se mostraría más y más receloso de las conductas de Venustiano Carranza, optó por acercarse a su dirigente natural: el Caudillo, Álvaro Obregón. Él era el único capaz de implantar el orden entre los generales y la tropa, lo cual le daba un poder incomparable (Córdova, 2003: 203). Adicionalmente, sólo el ejército tuvo los elementos para dar la estabilidad política o quitarla. Esta situación atentaba directamente en contra de la institucionalización del régimen.
Como candidato presidencial en 1920, Álvaro Obregón fue encarcelado por el régimen carrancista. La reacción de los militares resultó inmediata, desde Sonora, la rebelión de Agua Prieta desconoció a Venustiano Carranza, rápidamente las diferentes guarniciones junto con sus superiores se sumaron al movimiento. En el intento por llegar al puerto de Veracruz, Carranza encontró la muerte. Por intimidación y reconocimiento del poder del ejército, el Congreso decidió subordinarse a la rebelión. Esto rompió el orden institucional momentáneamente y constituyó el último golpe de Estado en México.  

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