Entre la élite
porfirista, los vals eran un elemento musical de importación desde el Viejo
Continente y existía una gran variedad, posiblemente los más populares eran los
de corte parisino. Al ritmo de esta música, la juventud disfrutaba de
impresionantes bailes de salón. En la educación de la mujer de la alta sociedad
resultaba algo fundamental el aprender a tocar el piano, aunque ya existían
algunos con rollos, que tocaban por sí mismos las melodías, resultaban
importantes cuando no estaba presente alguna persona diestra en la música. En
los teatros se deleitaban con la opera y con expresiones procedentes de lo
popular como la zarzuela.
Por su parte, los grupos indígenas usaban
ritmos regionales con sus propias lenguas, las cuales mantenían importancia en
las diferentes puntos geográficos del centro y sureste del país. Las
poblaciones de habla española hacían lo propio, no importando la pobreza de
algunas comunidades. Por ejemplo, los sones jarochos eran escuchados en la
costa veracruzana. Es de mencionarse el oaxaqueño, Máximo Ramón Ortiz, escribió
e interpretó La Sandunga, que pasó a
ser parte de los repertorios de la élite y también se escuchaba en zapoteco.
Entre la modernidad y la tradición
se encontró un grupo de músicos porfiristas. Los cuales formaban parte de la
clase media y en su mayoría comenzaron sus carreras en la música clásica (Moreno,
1989: 17), sin embargo, regresaron a la tradición mexicana y decidieron darle
nueva vida al incorporar elementos de las modas europeas. La típica de Carlos Curti marcó la punta de lanza de esa tendencia.
Los cambios materiales en el porfiriato fueron amplios y merecieron sus
composiciones, donde no faltó a la maquina de vapor con El corrido del primer tren. La melodía describe la impresión de ver
por primera ocasión una locomotora con sus vagones y en funcionamiento, siendo
importante el trato entre los diversos grupos sociales que pueden cruzar las
miradas en las estaciones y los caminos férreos.
La música era
normalmente apolítica, aunque en ocasiones se prestaba para elogiar al hombre
más importante del país, Porfirio Díaz. Por ejemplo, la revista El arte musical, lo llamó “el protector
del arte”. Por su parte en 1893, Juventino Rosas compuso el vals Carmen, que obsequió a Doña Carmen
Romero Rubio, la esposa del presidente. Los diversos movimientos sociales
también utilizaron la música para expresar sus problemas y demandas.
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