La educación básica durante la Revolución.


En el decenio de 1910, la educación básica sufrió enormes problemas, bajaron los presupuestos y, en casos extremos, en algunas regiones dejaron de fluir los recursos, esto provocó un funcionamiento inadecuado de las escuelas, especialmente durante la Guerra de Fracciones de 1915. La matricula disminuyó, la inseguridad volvió complicada la asistencia a las aulas, para muchas familias la educación resultaba ser algo irrelevante. Algunos profesores fueron despedidos por motivos ideológicos, otros optaron por sumarse a las filas revolucionarias.
Los proyectos educativos de las diferentes facciones revolucionarias resultaron ser igualitarios y nacionalistas, se pensaba en las masas, ya no en la formación de una élite (Garciadiego, 2010: 586). Así, la educación básica pasó a ser una prioridad, debía ampliar su cobertura, por su parte, los pocos que accedían a la educación superior se les consideraba privilegiados, por lo cual, no se les entregaría recursos públicos para mejorar su situación. Esto tiene sentido, al considerar las necesidades del país y el 80% de analfabetas, que resultaba ser un problema prioritario. Los intelectuales maderistas, villistas, zapatistas y magonistas pensaban que la obtención de herramientas como la escritura y la lectura podían apoyar al pueblo en su lucha diaria contra los explotadores, al poder comprender mejor sus derechos y al difundir sus anhelos con las letras.
Las diversas ideas educativas de los revolucionarios cristalizaron en el artículo 3° de la Constitución de 1917. Quedó consagrado su carácter laico, esto resultaba valido para todas las escuelas, tanto del gobierno como de privados. Ningún ministro de culto o persona perteneciente a alguna organización religiosa podía  ejercer la enseñanza o dirigir una institución de esta índole. Toda escuela estuvo sujeta a la supervisión del gobierno. Se planteó la cobertura universal de la primaria, al ser obligatoria para todos los mexicanos, en este punto se encontraba la idea de alfabetización general de la población, junto la gratuidad para las escuelas pertenecientes al gobierno. 
El gobierno carrancista eliminó a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, mientras que la responsabilidad de la educación primaria pasó a manos de los estados y municipios. La centralización de la educación del porfiriato llegó a su fin, para dar paso a la regionalización con sus múltiples voces locales, que intentaron dar su propio carácter a la educación básica. Al mismo tiempo, las aulas volvieron a llenarse, mientras poco a poco se fue ampliando la demanda.  

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