El desempeño de la economía decimonónica.


El Producto Interno Bruto (PIB) se define como el valor monetario de todos los bienes y servicios producidos y es per capital cuando se distribuye en toda la población. El siglo XIX mexicano no tiene mediciones de tal indicador, ni instrumentos confiables para realizar una reconstrucción completa año tras año, aunque es posible realizar una valorización parcial, que contribuye a la interpretación del desempeño económico de la época.
Estimaciones del PIB per cápita de México decimonónico, 1810-1877.
En 1810, poco antes del levantamiento insurgente, las autoridades virreinales realizaron una estimación del tamaño de la economía, la paz social permitió realizar el sondeo sin mayores dificultades. En años subsecuentes, la guerra de independencia bloqueó la posibilidad de llevar a cabo estudios de ese tipo, aunque para la zonas novohispanas en conflicto, la caída de la actividad comercial y productiva resultó brusca.  
En 1833, durante el radicalismo liberal de la república federal de Valentín Gómez Farías, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística fue fundado, buscó recopilar información para conocer las estructuras sociales y económicas del país, así como la distribución territorial de los recursos. Al menos para 1839, es posible establecer el PIB per cápita, el cual muestra un crecimiento de 16% frente el de 1810, lo que equivale a un 0.52% de crecimiento anual (Sánchez, 2010: 277). Esto resultó ser magro y marca una hipótesis diferente a la catástrofe señalada por algunos autores, que ven reflejado el desempeño de toda la economía en los datos de las finanzas públicas de la época.
La incapacidad de los gobiernos para mantenerse en el poder, las guerras internas y los conflictos internacionales imposibilitaron dar nuevos datos fiables durante varias décadas. Poco tiempo después de lograr el triunfo sobre el Segundo Imperio, en 1869, la República Restaurada otorgó un estimado del PIB, el cual posiblemente estaba sobrevalorado, aunque es de lo poco disponible para el siglo XIX. En 1877, antes del comienzo del porfiriato, establecieron una nueva medición, que casi significa un estancamiento del PIB per cápita.
En buena medida, se estaba dando una lenta pero continua reducción de la economía de subsistencia agrícola, donde se integraban productores y consumidores a los circuitos comerciales. Adicionalmente, diversos emprendimientos regionales daban pequeños impulsos al crecimiento. No se logró un despegue, mucho menos un desarrollo acelerado y sostenido.

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