por Alef Pérez
En el Segundo Imperio nació el Banco de Londres, México y Sudamérica –hoy en día Santader–, mientras la República Restaurada vio la creación de algunos bancos regionales. Sin embargo, las múltiples instituciones crediticias que conformaron un sistema bancario llegaron hasta el Porfiriato. En el cuatrienio de Manuel González, dos instituciones de relevancia nacieron: el Nacional Mexicano y el Mercantil Mexicano, ambas con la capacidad y el propósito de extender su red de sucursales, para competir por el mercado crediticio. Sin embargó, la crisis económica de 1883-1884 cambió el panorama, por lo cual optaron por la fusión y crear el Banco Nacional de México, actualmente CitiBanamex.
En su fundación, la inversión del Banco Nacional de México precedió de capitales extranjeros, esencialmente franceses, y, una pequeña parte, de inversionistas locales. Como otras instituciones previas de su época obtuvo el derecho de emitir billetes. También se vinculó al gobierno federal con fuerza, funcionó como su intermediario en muchos casos para la contratación de deuda externa e interna, le dio una cuenta corriente para cualquier imprevisto, manejó la tesorería y cobró diversos impuestos. Era el banco de gobierno, lo cual creó redes de colusión entre lo público y lo privado.
A finales del siglo XIX, la llegada de las instituciones financieras cambió la estructura crediticia del país, la cual se había basado hasta aquel momento en agiotistas, particulares que prestaron al gobierno y a los privados de forma irregular, mientras obtuvieron descomunales ganancias a través de intereses inflados. El régimen porfirista tardó en crear una regulación especifica para la nueva realidad, la Ley de Instituciones Bancarias surgió hasta 1897.
Al tener una legislatura solida, la banca regional comenzó a expandirse a mayor velocidad, en casi todos los casos se trató de bancos de emisión, los mismos se vincularon a los gobiernos estatales como el Nacional de México con el federal. Sólo se quedaron sin este tipo de institución los estados de Colima y Tlaxcala, junto los territorios de Baja California, Nayarit y Quintana Roo (Gómez, 2003: 331). Los bancos refaccionarios e hipotecarios fueron muy pocos, su mercado de crédito no tuvo demanda en la época del Porfiriato.
En particular, uno de los diversos problemas de los bancos regionales era la dificultad para canjear sus billetes fuera de los territorios estatales de sus sucursales, mientras el Nacional de México y el de Londres y México se aprovecharon de aquella situación para cobrar por el canje. Desde el ámbito regional, la solución fue la creación del Banco Central Mexicano, el cual se convirtió en una institución de vinculación entre los bancos de emisión en los diversos estados.
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