Caminos y puertos del porfiriato.


La red de caminos mostró un importante progreso durante la República Restaurada, aunque la calidad resultaba pobre y se articulo alrededor de la Ciudad de México, excluyendo la interconexión de la regiones y dejando a algunas sin inversión como fue el sureste. En el porfiriato, los recursos económicos en comunicación fueron a dar al ferrocarril, aunque como los mismos necesitaban rutas de abastecimiento se invirtió en la construcción y reparación de caminos, también constituían rutas por donde se movían los pobres y sus mercancías, por su bajos costos frente un boleto de tren o espacio en vagones cargueros.   
            El gobierno porfirista delegó poco a poco la responsabilidad de la construcción y mantenimiento de los caminos, resultaba ser una forma de ahorrar recursos y canalizarlos hacía el ferrocarril y otras obras consideradas más importantes para el régimen porfirista. En 1905, los municipios eran los responsables de prácticamente toda la red de caminos (Jáuregui, 2004: 99), mientras el deterioro de los mismos se aceleró.
            Los caminos tuvieron un nuevo impulso con los automóviles, que desde su llegada en 1895 crecieron en número y para inicios del siglo XX eran muy populares en paseos recreativos por las ciudades y las clases altas comenzaban a adquirirlos. En 1910, Porfirio Díaz inauguró lo que podemos llamar carreteras, como la México-Puebla, sin olvidar la de Iguala-Chilpancingo, pensadas para el uso de las maquinas de combustión interna.    
            Al considerar las rutas oceánicas, los puertos no habían cambiado desde la época colonial y, por falta de recursos, el régimen porfirista tardó en comenzar su modificación para mejorar el servicio. En los años noventa del siglo XIX, diversas obras estaban en proceso: faros, embarcaderos y muelles, los cuales aumentaban la capacidad portuaria para facilitar la llegada de los productos a través del ferrocarril, que en muchas ocasiones se construían buscando conectar con el mar.     
            El puerto de Veracruz no era más el monopolizador del comercio como en la época colonial, aunque su importancia resultaba de consideración al ser el de mayor trafico mercantil del país. Así, en 1895, comenzaron una serie de obras. Construyeron diques y rompeolas para proteger a los barcos de los vientos del norte, se creó un canal de 250 metros de longitud y 10 de profundidad, mientras  terminaban el malecón y muelle. Adicionalmente, llevaron a cabo trabajos para atender lo sanitario, buscaban disminuir las enfermedades tropicales, que habían sido un problema durante la colonia y casi todo el siglo XIX.

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